Akaashi se subió a la cama sin pensarlo, quejándose internamente por tener que soltar su mano.
Cuando se acostó a su lado, se encontró con los ojos de Bokuto e involuntariamente se sonrojó.
—¿De qué hablaste con Suzumeda?
—De nada —murmuró—. Solo quería confesarme porque estaba cansado de la situación y obviamente ella me rechazó...
—Lo siento...
Mentira.
Se sentía feliz.
—No es necesario, Akaashi... No tenía chance con ella y creo que ahora me gusta alguien más.
La felicidad de Akaashi se fue.
Ahora tenía un nuevo enemigo y ni siquiera lo conocía.
Bokuto volvió a abrir la boca para hablar pero la cerró cuando vio el rostro del menor enterrarse en su almohada, dándose vuelta con eso.
—Tengo sueño...
—Pero... Akaashi...
Bokuto golpeó su frente.
—Oh, qué sueño tengo, Bokuto-san.
—No, espera...
Akaashi fingió roncar.
Bokuto chasqueó la lengua.
***
Al otro día, Akaashi se despertó porque Bokuto le metió un empujón. Se dio cuenta que los dos se habían empujado toda la noche.
Suspiró y se acomodó en la cama, tapándose y de paso haciendo lo mismo con el mayor, quien dormía con su rostro en su dirección.
Akaashi sonrió enternecido y acarició con sus dedos su cara, casi sin tocar el rostro de Bokuto porque sentía que podía lastimarlo. Cielos, lucía tan lindo durmiendo.
Remarcó su nariz, luego sus labios y por último su mandíbula, memorizando cada peca, pensando que era perfecto y que estaba feliz de poder verlo así.
—Akaashi, ¿qué haces?
Casi se cae del susto.
Sus mejillas se tintaron, quedando como un tomate. Alejó rápidamente sus dedos, con su corazón temblando, ya casi afuera de su pecho. Bokuto, por otro lado, lentamente abrió los ojos y le sonrió.
—Tenías sucio el rostro —mintió, sintiendo su voz temblar.
Bokuto rió y negó.
—Me levanté antes que tú. Incluso lavé mi rostro y mis dientes, así que sé que no tengo nada. ¿Qué tanto me mirabas?
Akaashi se sentía al borde de un precipicio.
¿Qué se supone que tenía que decirle?
La mirada divertida de Bokuto le pedía ser honesto.
Suspiró.
—Contaba tus pecas, Bokuto-san —decidió limitarse a responder, mirando al techo.
El mayor sonrió.
—¿Y cuántas tengo?
—No lo sé. Me interrumpiste.
—¿Quieres contarlas otra vez?
—Ya no. Qué vergüenza.
Bokuto rió.
Durante el desayuno, Bokuto observó a Akaashi comer en silencio.
Se preguntaba cuándo el pelinegro le diría sus sentimientos.
Bien, él no era estúpido. Y Akaashi era demasiado obvio.
Le alegraba saber que alguien suspiraba por él pero no le gustaba que justo fuera Akaashi. Si el menor se confesaba, ¿cómo lo rechazaría? No quería perder su amistad con él...
Aún así, intentar algo con Akaashi también le parecía imposible. Eran distintos, no coordinarían nunca. Mientras el menor prefería caminar, él correría. Si Akaashi quería café, él querría helado. Demasiadas diferencias, mucho problema.
A Bokuto no le gustaban los problemas.
Pero sí le gustaba cómo era Akaashi a pesar de su contraste con su propia personalidad. Pensaba que debería buscarse a alguien que lo amara de igual forma que Akaashi lo quería a él.
Bokuto pensó que no servía para estar al lado de Akaashi.
Suspiró.
—¿Qué tanto piensas, Bokuto-san?
—Creo que le gusto a alguien, Akaashi.
Lo miró aburrido, apoyando su mejilla en su puño.
—¿Y quién es?
—Nadie importante. Tengo miedo de que se confiese —clavó sus ojos en él—. Si yo te gustara, Akaashi. ¿Cómo te gustaría que te rechace?
La sangre del menor se heló.
—A-ah... no lo sé, Bokuto-san. Nunca me detuve a pensar en eso...
—Piénsalo ahora.
—Bueno... —desvió la mirada, sonrojándose.
Bokuto suspiró enternecido, qué obvio que era.
—Quizá si fueras amable... Y que me dijeras que a pesar de mis sentimientos seguimos siendo amigos, estaría bien.
—¿Te gustaría ser mi amigo incluso después de rechazarte, Akaashi?
Los ojos de Bokuto brillaron.
Los de Akaashi perdieron su brillo y asintió.
—Sí, Bokuto-san.
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Radar | Bokuaka
FanfictionNo debía estar prestándole atención a otras cosas mas que a la escuela. Pero ahí estaba, distrayéndose con alguien que solo vio por un segundo. Cuando Akaashi Keiji se topó con el dulce chico de segundo año, se dio cuenta que sus padres estaban equi...