Filosofía se le hacía aburrida. Sí, era el mejor y todo eso, pero siempre se le escapaban los bostezos mientras que el profesor hablaba. Akaashi sabía que todos en ese salón odiaban la clase y les daba la razón, porque no tenía nada de entretenido ver a un hombre de cincuenta años hablar lentamente de Platón.
Por cierto, ¿quién era Platón?
Akaashi suspiró y no tuvo más remedio que mirar en dirección a la puerta del salón. Decidió perderse en su propio mundo y apagó sus propios oídos, ignorando la clase.
Habían pasado dos días desde que vio al chico en el pasillo. No lo había visto más y estaba un poco preocupado. ¿Acaso estaba enfermo o es que se había cambiado de escuela? De solo pensarlo sintió una gran angustia en el pecho y volvió a suspirar, preguntándose qué estaba mal con él.
Se supone que debería estar escuchando a Tao-san (su profesor) hablar sobre Platón y lo que sea que decía, pero es que tampoco podía ayudarse mucho a sí mismo. Su cabeza no dejaba de repetir el momento, haciéndolo sonrojar hasta las orejas y creando nudos de nervios en su pobre estómago.
¿Quizá estaba enfermo?
Eso explicaría el porqué actuaba así de extraño. Pensó en ir a visitar la farmacia de su madre y robarle una pastilla para dormir o algo por el estilo. Él solo pide calma en su vida y dormir lo ayudará, porque desde hace dos días tampoco puede pegar el ojo por más de cuatro horas y se pone nervioso.
—¡Disculpe la intromisión, profesor Tao-san!
Vuelve al mundo por escuchar una voz pero cierra sus ojos otra vez. Minutos antes había cambiado de posición, simplemente había escondido su rostro entre sus brazos y se había apoyado en el banco, pensando en ignorar la queja del profesor que nunca llegó.
—¿Qué quieres, Bokuto?
—¡Necesito cuadernillos de la clase de matemáticas de segundo año!
—La mayoría de aquí son estudiantes de primero pero deben haber algunos de segundo... Solo pregunta.
Como no era un asunto de gran importancia, Akaashi volvió a sumirse en su mundo, recordando aquel chico una vez más en su días, sabiendo que no sería la última vez.
Se preguntó cómo se llamaba o que hacía en sus tiempos libres. También se enojó al no tener una respuesta real. Ideó un plan de acercarse a él pero si su cuerpo reaccionaba de esa manera con solo verlo, ni quiso imaginarse cómo actuaría si tuviera que hablar con él.
—Disculpa...
Alguien picó su brazo. Akaashi alzó la cabeza cansado y molesto por la interrupción pero cuando se dio cuenta de quién era la persona que le hablaba, volvió a sentir el manojo de nervios en su estómago y sus mejillas arder.
Era él.
Ahora lo podía ver de mucho más cerca. Sus ojos eran llamativos, color avellana pero tirando a dorados por más extraño que sonara. Su piel era clara y tenía muchísimas pecas aunque probablemente solo eran notables cuando estaban a poca distancia. Y sus pestañas, negras y largas, sus labios, sonrosados y finos, su... todo. Akaashi pensó que todo en el chico era llamativo y lindo.
—¿Vas a segundo?
Negó rápidamente.
—N-no... No.
El chico chasqueó la lengua.
—Está bien, gracias. ¡Vuelve a dormir!
Y le sonrió.
Y Akaashi se sintió en las nubes por un segundo.
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Radar | Bokuaka
Fiksi PenggemarNo debía estar prestándole atención a otras cosas mas que a la escuela. Pero ahí estaba, distrayéndose con alguien que solo vio por un segundo. Cuando Akaashi Keiji se topó con el dulce chico de segundo año, se dio cuenta que sus padres estaban equi...