Capítulo 26: Takiro Akaashi

1.9K 286 113
                                    

Akaashi correspondió, sorprendiéndose a sí mismo y también a Bokuto.

Sus labios se movieron lentamente sobre los del mayor, arrugando la camiseta de Bokuto porque lo había tomado y este acercándolo dando un tirón desde su cintura. Era la tercera vez que besaba a Akaashi y creía que ya estaba en el cielo. Le gustaban mucho sus labios.

Pero ¿eso significaba que le gustaba? Bueno, él no lo sabía. Con Akaashi todo se sentía nuevo, distinto y extraño. Suzumeda no era nada al lado de esto, los sentimientos por aquella chica eran pequeños al lado de todo lo que sentía por el pelinegro... así que... ¿le gustaba o qué?

Akaashi se separó de un empujón, despertándolo de sus pensamientos. Bokuto lo observó atontado mientras que el menor tomaba una gran bocanada de aire. Estaba oscuro, pero sus ojos brillaban. Se veía bonito, le gustaba.

—¡Eso... eso estuvo mal, Bokuto-san!

—Y claro que lo estuvo.

La sangre de los dos chicos se heló al escuchar una tercera voz. Lentamente miraron a su izquierda, encontrándose con la figura sombreada y tranquila, apoyada sobre el umbral de la puerta, de Takiro Akaashi.

Se parecía al menor en cualquier aspecto. Cabello pelinegro, gafas y mirada seria. Bokuto tembló ante todo eso.

—¿Qué tal si entran a casa, muchachos?

Cinco minutos después, dos chicos ansiosos estaban sentados en la mesa principal. Del lado derecho estaba Bokuto, con su mirada por toda la casa, pensando en tres cosas puntuales: número uno; su madre lo mataría si descubría que no estaba en casa. Dos; Takiro Akaashi lo mataría primero y después lo mataría su madre al enterarse. Y tres; Akaashi lo estaba poniendo más nervioso de lo normal.

Y este último, que estaba del lado izquierdo, no podía dejar de subir y bajar su pierna rápidamente. La ansiedad lo estaba matando y mirar su regazo no ayudaba en nada. ¿Cómo Bokuto-san podía estar tan tranquilo?

—Oye.

La voz del mayor lo asustó. Su piel se erizó al ver su mano en su muslo, alzó la mirada lentamente, encontrándose con la mirada tranquila de Bokuto.

—Tranquilo, ¿si? En todo caso, me retaran a mí.

Akaashi no pudo contestar. Takiro entró al cuarto y rápidamente alejó la mano de Bokuto, asustado porque su padre lo viera. Oh, estaba seguro que lo iba a asesinar.

—Entonces... —Se sentó frente a ellos con un vaso de agua en manos—. ¿Vamos a hablar de lo que acabo de ver o seguirán haciéndose los tontos?

—Con todo respeto, señor —Bokuto comenzó. El menor solo bajó la mirada—. No castigue a Akaashi por esto, yo fui el que lo vino a buscar. Y el que lo besó.

—No lo castigaría por algo así —frunció su ceño.

Akaashi alzó la mirada, observándolo confundido. Bokuto también lo hizo. Los dos se sintieron tontos.

—No es como si tuviera un problema con las relaciones entre adolescentes o sus orientaciones sexuales —explicó serio, atontando mucho más a los dos menores—. No me importa, en realidad. Puede que sea estricto y demás pero tampoco soy un dictador.

—¿O sea que no me castigarás?

—No, pero me pregunto; ¿por qué saliste de casa tan tarde? —Akaashi se quedó callado—. Le hubieses dicho a Bokuto que se fuera a la suya y mañana hablaban. No es seguro salir afuera a estas horas, para ninguno de los dos.

—Eso también fue mi culpa —Bokuto alzó su mano—. Yo le insistí para que bajara. Akaashi me hizo caso porque se cansó de que lo molestara tanto.

Takiro suspiró y dirigió su mirada al chico. Bokuto se sintió intimidado.

—¿Te quedarás a dormir?

—Solo si usted me lo permite... señor.

Ahora dirigió su mirada a su hijo.

Suspiró otra vez.

—Bien, iré a preparar la habitación de invitados. Avísale a tus padres que te quedarás aquí.

Y se levantó. Bokuto, atontado, asintió.

—S-sí, sí. G-gracias, señor.

Cuando Takiro desapareció, los dos chicos se observaron confundidos.

—¿¡Qué acaba de pasar!? —gritó-susurró con una sonrisa.

—No lo sé, Bokuto-san. Estoy... no puedo creerlo —murmuró, pasando sus manos por su cabello.

—¡Tu padre me ama, Akaashi! Ya me gané su corazón, ya lo sé.

El pelinegro solo lo miró.

—No nos dijo nada. ¡Básicamente nos aceptó!

—Sí, qué bien. ¿Pero sabes qué? No confío en esto, ni en él, ni en sus palabras —suspiró y Bokuto chasqueó su lengua—. Estoy seguro que tú te vas y me mata.

—¡No seas tan negativo, Akaashi! —tomó sus manos. El pelinegro lo observó—. Puede que tu padre no sea el más cariñoso del mundo... pero quizá... quizá a su manera él te intenta entender. Confía en él, por una vez.

Sus ojos se encontraron. Bokuto no entendería su ansiedad nunca, pero quizá podría aprender a controlarla. Sus palabras lo calmaron, aunque solo un poco.

Un carraspeo se escuchó. Akaashi deshizo el agarre y observó en dirección a su cocina.

Takiro cargaba unas mantas y una almohada.

—Bokuto, vamos.

Radar | BokuakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora