49.¿Puedo acariciarte también?

565 51 6
                                    

Pasaron varios minutos hasta que se dejó de oír el agua de la ducha caer. Estaba tumbada en su cama intentando por todos los medios que cuando saliera no se me notase lo nerviosa que estaba. 

"Va a ser como las otras veces que habéis dormido juntos, cálmate" Me repetía en la cabeza continuamente. Pero aunque quisiera con todas mis fuerzas creérmelo, era imposible. Levi y yo, últimamente, no estábamos siendo igual que siempre. Estábamos alcanzando límites que se quedaban al borde de sobrepasar la amistad por pequeños detalles. 

El pomo de la puerta del baño abriéndose interrumpió mis pensamientos y un Levi con el pelo mojado, sin camiseta y con unos pantalones de pijama grises, captaron toda mi atención. Mi corazón estaba a punto de salirme del pecho. 

-¿Estás mejor?- le sonreí nerviosa

-Si...necesitaba darme esta ducha. Demasiada suciedad por hoy- rio levemente 

Fue hacia la mesa y ordenó los papeles.

-¿Vas a trabajar?-

-¿Y perder la posibilidad de dormir otra vez contigo?- me miró de reojo 

Comencé a sonrojarme pero miré para otro lado haciendo que me acomodaba la camiseta. 

-¿Dónde quedó el capitán que hasta que no acabase los informes no descansaba?- le reté riéndome 

-Se quedó contigo durmiéndote en mi mesa- 

-Touché- 

Sonrió victorioso y se sentó al borde de su lado de la cama. 

Comencé a fijarme en su espalda mientras se quitaba los calcetines. Tenía muchas cicatrices, unas más viejas y otras del día de hoy. Sin pensarlo mucho, comencé a acariciarle con la excusa de examinarle las heridas de esa zona. Pero con el primer contacto de mi mano con su piel su espalda se arqueó y echó un poco la cabeza hacia atrás. 

-¿Te duelen?- dije preocupada separando un poco la mano 

-No, tranquila. Es que... no estoy acostumbrado y..-

-Perdón..-

-Me estaba gustando, no me pidas perdón- se tumbó a mi lado 

-Levi...-él se colocó de lado, ambos nos estábamos mirando- dijiste que había sido la segunda persona en tu vida que te abrazaba, después de tu madre, ¿no?-

-Si-

-¿También soy la segunda persona que te ha acariciado?-

-¿Suena muy triste que diga que sí?-

-No, para nada. Pero me sorprende- 

-¿Porqué?-

-Se que has rechazado siempre la idea de querer tener pareja, pero, me esperaba que hubieses tenido algo.... con alguien... esporádico. No se si me entiendes- 

-Te entiendo-rio- pero no. Nunca he tenido ningún tipo de relación que haya implicado afecto. Ni con amigos, ni con parejas... ni con nadie esporádico- 

Miré para otro lado un poco sonrojada por la pregunta que iba a atreverme a hacerle. 

-¿Puedo seguir?-

El me miró sorprendido y noté como sus mejillas se habían vuelto un poco rosas. 

-S..si...pero me tengo que acostumbrar a la sensación- 

-No te preocupes, paro cuando me digas, ¿vale?-

El asintió y se colocó boca arriba. Coloqué mi mano en su brazo y comencé a acariciarle lentamente. Su cuerpo estaba totalmente rígido. Me dolía pensar en todo el sufrimiento que ha tenido que pasar para que con una caricia esté tenso y casi rozando el sufrimiento. 

Llegué a su hombro y cuando comencé a dirigirme a su clavícula su espalda se arqueó de nuevo. Paré y separé mi mano pero el la volvió a colocar en su pecho y me miró. 

-Estoy bien, tranquila- dijo bajito

-¿Seguro?- dije preocupada

El asintió y yo continué. Seguí acariciándole la parte de las clavículas y el cuello. Poco a poco sus músculos dejaron de estar tensos. Su piel se erizaba tras mi paso. Cuando pasaba por la zona del cuello no aguantaba quieto y se retorcía en el sitio intentando no moverse mucho. Le estaba gustando mi tacto y yo no iba a parar hasta que me lo pidiera. 

-¿Bien?-

Pregunté sabiendo ya la respuesta pero quería oírle decirlo.

-Mucho- tragó saliva y yo sonreí por ese acto involuntario que realmente me estaba diciendo mucho

Mis dedos bajaron hasta sus pectorales. Noté como empecé a temblar un poco, estaba nerviosa. Él pudo notarlo y me miró de reojo. Respiré hondo, no quería cagarla ahora que me había atrevido a tanto. Colocó su mano encima de la mía y comenzó a conducirlas juntas sobre su pecho. 

Estaba roja pero daba gracias a que él, desde su posición, no podía verme la cara. 

Bajó mi mano hacia sus abdominales. Un calor increíble estaba comenzando dentro de mi. Apreté levemente mis muslos como acto reflejo para relajar la excitación que estaba sintiendo, consiguiendo sin querer el efecto contrario.

Pensaba que los abdominales iba a ser el final del trayecto pero llevó mi mano hasta su tripa y se paró al borde de su pantalón. No sabía dónde meterme de lo nerviosa y roja que estaba. Noté como sonrió y me miró. 

-¿Puedo acariciarte también?-

No sabía que la necesitabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora