50. Hazlo...

592 50 6
                                    

-Cla..claro- me coloqué boca arriba y respiré hondo 

Él se acomodo de lado y colocó su mano en mi brazo comenzando a hacerme pequeñas caricias. Tanteaba lo que me gustaba y lo repetía. Subió su mano a mi hombro y llegó a mi cuello y clavícula rozando la linea de la camiseta. No lo estaba notando de primeras pero había comenzado a temblar de nervios. 

-¿Paro?-

-¿Porqué?- 

-Estas temblando...-me miró preocupado 

-Estoy un poco nerviosa- reí

-¿Nerviosa?-

-Si...digamos que tampoco he sido muy acariciada-

El sonrió pícaramente. 

-¿Tampoco has tenido a alguien esporádico?- rio levemente 

-Oye...-dije riéndome y haciéndome la molesta

-Perdón...perdón. Intenta relajarte, no deberías sufrir con esto- 

Respiré hondo y cerré los ojos. Si me daba en algún momento por mirarle a la cara definitivamente iba a colapsar. 

Él comenzó a acariciarme el cuello y la clavícula. No aguantaba mucho las cosquillas y me retorcía un poco de vez en cuando. Notaba que cuando me pasaba eso, el tragaba saliva. 

-Es injusto que tu estés tan tapada...no puedo acariciarte bien- dijo susurrando

Le miré sorprendida y sonrojada. No me esperaba esa frase, no sabía que decir. 

Me sonrió y levantó su mano de mi cuello. La colocó en mi tripa, haciéndome caricias por encima de la camiseta. 

-¿Puedo subírtela un poco?-

-Estoy en ropa interior..-dije preocupada

-No voy mirar -

Dudé un poco al principio pero realmente me apetecía.

-Vale...-

Llevó la mano a mis piernas justo al borde de la camiseta y comenzó a acariciarla levemente. No estaba tan cerca de ninguna zona peligrosa, pero tampoco estaba tan lejos como para no sentir todo mucho más incrementado.

Agarró el borde de la camiseta y la subió lentamente hasta que llegó antes de que empezara mi pecho. Respiré hondo, tenía vergüenza. No le había enseñado tanto mi cuerpo a nadie y a pesar de que me había prometido no mirar, el hecho de estar así, a su lado, me dejaba vulnerable. 

-Si te sientes incómoda, dímelo, ¿vale?-

Yo asentí. 

Siguió acariciándome la tripa jugando a veces con los límites impuestos por la ropa. Mi calor subía. Apreté los muslos. 

Esto ya, no era cosa de "amigos".

Colocó su cabeza en mi cuello de vez en cuando depositaba un beso o respiraba profundo produciéndome cosquillas. Intentaba por todos los medios no gemir pero mi cuerpo me lo pedía. 

"Sólo te está acariciando". Intentaba repetirme en la cabeza para dejar de tener otro tipo de pensamientos. 

-T/n...- susurró en mi cuello -¿Te gusta?-

-Si...-

-A mi también...- sonrió y me produjo un escalofrío 

Paró en seco su mano y se levantó acomodándose con un brazo en la almohada para verme mejor la cara. Con el brazo que tenía libre colocó su mano en mi barbilla y con el borde del dedo pulgar comenzó a acariciarme los labios. Le miré extrañada y el me sonrió.

Mi cuerpo comenzó a temblar y él tenía la respiración acelerada.

-No se si debería hacer lo que quiero ahora mismo- tragó saliva

-Hazlo...-susurré

Dejó de mirarme a los ojos y se centró en mis labios. No podía creerme que estuviera en esta situación, con él. Con mi capitán. 

Levi se acercó lentamente, sus mejillas estaban ruborizadas pero seguramente no tanto como las mías. Los dos estábamos nerviosos y a la vez anhelantes.

Nuestros labios se tocaron con suavidad, como si estuvieran pidiendo permiso. Mi corazón iba a salirse del pecho.

 Comenzaron siendo pequeños besos que se fueron intensificando al igual que los movimientos de nuestra lengua. Perdíamos el aire por momentos pero nos daba igual. Lo necesitábamos, nos necesitábamos. 

Levi colocó su mano en mi cintura y me agarró fuerte. Se notaban en los dos las ganas contenidas que teníamos desde hace tanto tiempo. 

Nos separamos y a pesar de la excitación del momento, estábamos tímidos y no sabíamos muy bien que decir. Nos tumbamos de lado mirándonos y sonreímos. 

-Estaba deseando esto desde hace mucho tiempo...sabes muy bien- dijo suave

Me sonrojé y hundí mi cara en su pecho. 

-Así podrían acabar todas las misiones...-susurré y el se rio 

Y cumpliendo una promesa de tantas, volvimos a dormir abrazados. Habíamos ganado dos batallas ese día. 



No sabía que la necesitabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora