Mi lugar en el mundo

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Tal y como había pasado en la clase de química, en cuanto me vieron entrar al vestidor, mis compañeros de equipo me miraron de forma despectiva y se arrimaron tan lejos de mí como pudieron. Y al igual que en esa clase, ni una sola persona se atrevió a dirigirme la palabra (y eso incluía a Rose, mi compañera de laboratorio; y a Billy, mi «amigo» de The Elite). No me encantaba el hecho de ser el chico al que todo el mundo trataba como si fuese el portador de una enfermedad contagiosa, pero supongo que siempre podía ser peor.

Tratando de ignorar el apetitoso olor a carne fresca que predominaba ahí dentro y sin hacer contacto visual con nadie, fui a mi taquilla para dejar mi mochila y sacar mi equipo de lucha.

«Espera, espera, espera... ¡¿Fuiste a entrenar?! ¿Que acaso no pensaste en lo imprudente que era eso?». ¡Chicos, tenía que ir!, ¿de acuerdo? Cuando luchaba sentía que estaba donde debía estar, que tenía completo control sobre mí y todo lo que hacía. Si había un lugar en el que podía olvidarme de todo y solo ser yo, era sobre la lona. Era... mi lugar en el mundo.

—Uno, dos, tres... —empecé a contar para no pensar en el hambre que tenía.

—¿Se enteraron de lo que hizo el capitán? —Oí a un chico de unos catorce años preguntarle a sus amigos, todos en el pasillo contiguo. De inmediato le bajé el volumen a la canción que se estaba reproduciendo para escuchar mejor.

—¿Lo de los casilleros? —averiguó el otro en voz baja.

—No solo eso —respondió el fideo parlante, temeroso—. Dicen que estuvo actuando extraño toda la mañana, como si estuviese poseído por un demonio o algo del estilo.

—Tienen razón —aseveró el último de los amigos—. Yo lo vi cuando llegó; tenía la misma expresión que un perro con rabia, y parecía que en cualquier momento iba a atacar a su hermano.

Dejando escapar un suspiro de vergüenza, cerré los ojos e incliné la cabeza hacia adelante, apoyándola en el fondo metálico de la taquilla.

—El entrenador no puede dejarlo luchar con el resto, es un peligro. ¿Qué tal si nos hace algo?

—No lo sé, pero me asusta.

—¿Quieren callarse de una vez, niños? —Ese tono confianzudo e imperioso, el timbre medio bajo; era la voz de Billy—. Austin no es alguien a quien tenerle miedo. Es solo un fenómeno desesperado por llamar la atención, y necesita que alguien le dé una lección.

Era triste pensar que las palabras de Billy, que definitivamente no tenía ni idea de lo que estaba diciendo, reflejaban lo que todos pensaban. Además, dejaban en claro algo muy importante, y era que: ya no tenía amigos en la escuela...

Altivo, arrojé mis cosas sobre el banco a mi espalda y me planté en la entrada del corredor en el que se encontraba el resto del equipo. Todos se quedaron en silencio, incluso los que no estaban hablando de mí.

—¿Y quién va a darme esa lección?, ¿tú? —le espeté.

—Claro, ¿o es que ves a alguien más aquí capaz de hacerlo? —respondió, terminando de ajustarse las botas.

—Siendo honesto, no veo a nadie en este lugar capaz de hacer eso.

Billy bajó el pie del banco y se giró hacia mí.

—¿Te crees que eres mejor que los demás?

Reí con sorna.

—No, no, no. No creo ser mejor... Sé que lo soy.

—En ese caso, te tengo noticias, Sloan: tú no eres mejor que yo.

—¿Estás seguro de eso? Porque me parece a mí que no has sido capaz de recuperar tu puesto como capitán en más de un año.

Half Blood: Destiny - AfterlifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora