El final del camino

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Dicen que el tiempo es caprichoso: vuela cuando te diviertes y se arrastra cuando lo estás pasando mal. ¿Acaso el sufrimiento ajeno es el éxtasis que el tiempo consume gustosamente para deleitarse?

La última hora de vida de un condenado podría sonar como un momento muy importante, ¿cierto? Por ejemplo: los convictos tienen una última comida, ponen en orden todos sus asuntos y se despiden de los suyos. A diferencia de la mía, suena como una verdadera maravilla.

Mi última hora transcurrió entre pretender que no existía, agonizar en silencio y estar tirado en el suelo, ardiendo en mi calor febril y asándome entre los jugos de mi propia sudoración. Jamás pensé que mi despedida de este mundo sería tan patética y miserable. Estaba tan inmerso en mi propio sufrimiento que ni siquiera fui capaz de darme cuenta cuando llegaron por nosotros. No fue hasta el momento en el que abrí los ojos y vi a Jake y a Tea arrodillados frente a mí que lo supe; las expresiones sombrías de sus rostros a medio iluminar lo dejaban más que claro...

La hora de expiar mis crímenes finalmente había llegado.

Suavemente, Jake colocó su mano sobre mi brazo.

—Ahora entiendo porqué no querías hablar... —comentó, con un deje de lástima en su voz—. No te muevas, ¿vale? —Se puso a mi espalda, y con la ayuda de Teagan, me tomó por debajo de los brazos y me levantó con cuidado—. No te quieren impresentable arriba, así que los guardias van a darte un minuto para que te cures.

Al salir de la celda, los guardias le indicaron a Tea y a Jake que me dejaran en el suelo.

Mis costillas, mi nariz y mi pómulo estaban fracturados; mi ojo, hinchado; mis labios, rotos; mis encías, ensangrentadas. Tenía más heridas de las que podía contar, y hasta que todas y cada una de ellas no terminaron de sanar, los guardias no me permitieron ponerme en pie.

A punto de ser esposado por quién sabía cualésima vez en el día (ya había perdido la cuenta) y ser llevado directo hacia la muerte, un fugaz pensamiento se me presentó: ¿qué tal si intentaba escapar?

Ese calabozo era posiblemente mi única oportunidad de una pelea medianamente igualada: yo era más pequeño que ellos, por lo que podía moverme con mayor facilidad y atacar con comodidad. Pero ¿cuál era el punto? Saber escoger tu campo de batalla te garantiza estar a medio camino de la victoria. No obstante, si no tienes un buen motivo para luchar, ni siquiera el mejor ejército puede salvarte de la derrota. Y yo, que sentía que mi vida no era digna de ser salvada, ya no tenía un buen motivo para luchar.

Sin ánimo y quitándome el cabello empapado de sudor de la frente, me puse de pie y les extendí mis manos voluntariamente a los guardias.

—Estoy listo para irnos...

Los guardias me volvieron a poner las esposas, y, tras ordenarnos en una fila india, todos juntos emprendimos la marcha hacia nuestro destino final.

Cuando decidí irme de casa, jamás se me cruzó por la cabeza que terminaría teniendo compañeros de aventura, pero ahí estaban ellos: mi perfecto hermano, la chica que me hipnotizó para romperme el corazón y la lunática que me drogó con una galleta. Los tres lo habían arriesgado todo por mí y ahora me acompañaban en mi camino a la muerte. Supongo que, habiendo pasado todo lo que pasamos juntos, no podía evitar sentir cierto aprecio por ellos, lo que hacía aún más triste pensar que la travesía que habíamos emprendido juntos hace menos de medio día estaba a pocos minutos de llegar a su fin. Había sido corta, emocionante y un rotundo fracaso; y, con todo y eso, había tenido un lado positivo.

«Austin, ¿en serio tuvo un lado positivo?». Por supuesto que sí... Me dejó una historia para contar.

Cuando llegamos a la estancia del segundo piso, no pude evitar notar que no había ninguna cara conocida esperando por nosotros. Resultaba algo decepcionante, a decir verdad. Esperaba ser recibido por los miembros del Consejo, y acto seguido, que una espada me rebanase la cabeza; ya saben, algo íntimo y con clase.

Half Blood: Destiny - AfterlifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora