Una noche para recordar

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Un cálido recibimiento nos aguardaba al llegar a la escuela, donde, al estilo de las estrellas de Hollywood, una gran alfombra verde nos conduciría desde la entrada hasta el gimnasio, en un recorrido lleno de imitadores de paparazzis que tomaban fotos sin parar y enormes reflectores de focos cálidos. Gracias a Dios pensaron en poner aquellos focos, porque, de haber usado el flash de todas esas cámaras, más de uno se habría quedado ciego... ¡Oh!, y acabo de recordar algo más: entre las decoraciones también había macetas de terracota con enormes girasoles y arreglos de rosas blancas en forma de corazón, los cuales iban a cada lado de la alfombra y servían para separar a los grupos de paparazzis.

Pocos metros antes de llegar al gimnasio, cada pareja era detenida para ser fotografiada frente a un stand decorado por una celosía de madera de color blanco y un arco cubierto por enredaderas y rosas. El fotógrafo se tomaba muy en serio su trabajo: hasta no obtener una foto perfecta, no dejaba que los chicos se movieran (incluso les decía como posar si lo veía necesario). Pero no se dejen engañar. Aunque lindas, la única función de esas fotos era rellenar el anuario escolar de proporciones bíblicas que a alguien en la Junta Escolar se le ocurrió que era buena idea ordenar, porque la mayoría de las parejas que eran formadas por ese baile no duraban más de uno o dos meses.

«Austin, igual suena a que tu escuela se gastó muchísimo dinero solo para las decoraciones de un baile». Sí, y considerando los precios de esas matrículas escolares, más le valía hacerlo.

De cualquier manera, me encontraba atónito ante el nivel de dedicación y esmero que puso el Comité Estudiantil en todo; digo, solo podía compararlo con fotos de los años anteriores, pero, en mi opinión, habían tirado la casa por la ventana.

Hacer todo ese recorrido hasta el gimnasio se sintió como caminar por la alfombra roja de algún gran evento... O bueno, al menos así habría sido de no ser porque todos me miraban mal. Y ya ni siquiera sabía si era por lo que había ocurrido con Tyler, Ryan y Billy, o porque estaba usando tenis e iba despeinado para un baile en el que todos los demás parecían ir increíblemente formales.

Dejando de lado las miradas de incomodidad y repudio, todo lo demás era muy lindo. El ambiente que habían conseguido crear en el gimnasio no tenía nada que envidiarle a ninguna película. El comité se había esmerado aún más con las decoraciones ahí dentro: no solo había maceteros de lo más variopintos con flores de todo tipo llenando paredes enteras del gimnasio, sino que se habían dedicado a colgar y colocar enredaderas de plástico por tantos lugares como les fue posible (eso no incluye el suelo, ¿eh?). Añadieron globos, guirnaldas y confeti de color verde, plateado y dorado. Además, teníamos la respectiva bola disco que no puede faltar en ningún baile, un montón de lucecillas colgantes y mesas y sillas blancas de jardín, que, aunque eran todas diferentes entre sí, no dejaban de verse bien. 

—Y pensar que aquí nos hacen sudar como puercos a todos —comenté para mí mismo, sin dejar de ver, maravillado, las decoraciones. 

Pasamos por todo el medio de la aún desolada pista de baile (también conocida como la cancha de baloncesto) y continuamos hasta llegar a una mesa vacía en una de las esquinas del lugar. Sobra decir que nadie se atrevió a sentarse con nosotros en toda la noche. Ya instalados, lancé una rápida mirada de reconocimiento por el gimnasio. A excepción de Tristán, Billy y Joel, quienes se encontraban al otro lado del gimnasio vertiendo una botella de vodka en el ponche con el mayor de los disimulos, todo lo demás parecía perfectamente en orden.

Mi plática con Maddie recién comenzaba cuando el primer trago amargo de la noche llegó, justo a tiempo para recibirnos y poder iniciar de manera correcta la ajetreada velada que se nos avecinaba. 

Tristán se acercó a nosotros con un vaso de su ponche recién alcoholizado. Automáticamente, Maddie y yo nos pusimos de pie, esperando que su llegada se convirtiese en un problema en cualquier momento. Ambos le dejamos ver con la fastidiosa expresión en nuestras caras que su presencia ahí no era deseada.

Half Blood: Destiny - AfterlifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora