La luz de la esperanza

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Verán, hay cierta magia alrededor de los finales, algo tan puro y hermoso que trasciende su propio significado. Claro, no es algo que podamos ver de inmediato o con facilidad, pero ahí está... A diferencia de lo que nos han hecho creer toda nuestra vida, los finales no solo se refieren a aquellos momentos en los que damos cierre a algo, sino también a las aperturas que nacen a partir de estos cierres. Porque, sin importar a cuántos finales nos enfrentemos en esta vida, siempre existirá una oportunidad para comenzar de nuevo.


Estaba listo para abandonar este mundo e ir al infierno, pero un segundo antes de que la cuchilla cortase mi cabeza, oí un alboroto a mí espalda. Seguidamente, sentí una brisa arrolladora pasar frente a mí, la cual iba acompañada por el atronador chasquido de madera rompiéndose. ¡POOOW!, sonó de repente.

Los segundos transcurrían y ya no había ruido alguno. ¿Había llegado al más allá? No, eso no tenía sentido; nunca sentí la cuchilla cortándome el cuello, y aún notaba mis rodillas adoloridas por el cristal.

Temeroso, abrí uno de mis ojos para cerciorarme de que no hubiese muerto...

Vale, necesito hacerles una pregunta rápida antes de seguir: ¿creen en los milagros? Tranquilos, pueden tomarse el tiempo que necesiten para pensar. No hay prisa.

¿Ya lo tienen?

Bien. En caso de que su respuesta haya sido un sí, sigan así; quizás esa fe los salve algún día. Y si su respuesta fue un rotundo no, permítanme decirles que quizás deberían empezar a replanteársela antes de seguir con la historia. ¿Yo? Bueno, yo solo doy gracias a Dios por no haber apostado con Jake acerca de salir vivos aquel día.

Cuando miré hacia el patio, vi que todos los vampiros se encontraban mirando hacia arriba, boquiabiertos. Lo desconcertante del caso era que por primera vez no me estaban mirando a mí.

Al abrir mi otro ojo, me di cuenta que ya no estaba apresado en la guillotina. Con una mueca de desconcierto y haciendo un tremendo esfuerzo por comprender lo que ocurría, levanté el torso lentamente y me dispuse a buscar a la misteriosa chica de antes con la mirada. Sin embargo, ya no había ni rastro de ella entre la multitud. ¿Podría ser que...?

—Se acabó el espectáculo... —dijo una voz gélida y profunda a mi izquierda.

Me giré inmediatamente al escucharlo. Justo en el centro de la tarima, un hombre joven se erguía de forma imponente sobre los restos de las guillotinas destrozadas. Su cabello estaba rapado, su cara, cuyas afiladas facciones quedaban disimuladas por una barba de tres días, no mostraba expresión alguna, y su ropa era tan negra como el manto de un dementor. Con una descripción como esa podría parecer que estoy hablando de una versión robótica de la muerte, pero no. Se trataba de nuestro salvador.

—Alain... —pronunció Jericho a su espalda, con una alegría que pretendía esconder su evidente conmoción—. Ha pasado un largo tiempo desde la última vez. Me alegra verte de nuevo. —Sus labios temblaban y se contorsionaban, dibujando y desdibujando una especie de sonrisa malhumorada.

—Desearía poder decir lo mismo —contestó él sin moverse.

—Te veías maravilloso con tu antiguo corte. —Se acercó a él—. ¿Por qué te rapaste?

—No estoy aquí para socializar, Jericho.

—Me entristece mucho oír eso. Pensé que éramos... amigos muy íntimos.

—Cualquier tipo de vínculo que existiese entre tú y yo está muerto. Así que ahórrame tu cháchara y déjame largarme de aquí con los chicos.

Jericho se carcajeó.

Half Blood: Destiny - AfterlifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora