¡Ve por ella!

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Las dos semanas siguientes transcurrieron velozmente y con la mayor normalidad posible. Asistía a todas mis clases en las mañanas (manteniendo la distancia y usando audífonos), almorzaba solo en las gradas del campo de fútbol, pasaba las tardes arreglando cosas en detención y visitaba a la doctora Cooper cada dos días para hablar de mis emociones y pensamientos.

«Austin, ¿por qué no utilizaste tu hipnosis para zafarte de todo el castigo?». Verán, privarme a mí mismo de una necesidad tan básica como beber sangre generaba que mis poderes no funcionasen como debían. Sí, comía comida humana como una bestia hambrienta, pero para alguien que es mitad vampiro y mitad lobo, eso no es alimentarse, no realmente.

Sobrellevar cada uno de esos días fue como tratar de completar una carrera de quinientos metros planos con una sola pierna. No podía adaptarme a mi nuevo estilo de vida porque mis sentidos iban y venían como les placía, seguía viendo a mis compañeros como simples bolsas de sangre y tenía que luchar constantemente por aferrarme a la humanidad que me quedaba. Era complicado... muy complicado. Aun así, logré superar lo rutinario y tortuoso de cada día con un poco de ayuda de mi hermano, una chica y una muy terrible costumbre: autolesionarme. En resumidas cuentas, tener a Jake a mi lado, pensar en Maddie y dañarme a mí mismo seriamente fueron las cosas que me ayudaron a llevar una vida medio normal y mantener el control para no enviar a nadie a la tumba de forma prematura.

Claro que, por la falta de sangre, las heridas que me causaba con los mordiscos o las garras tardaban demasiado en curarse, y casi siempre dejaban marcas (terminé con los brazos cubiertos de cicatrices debido a eso, lo que me obligaba a llevarlos cubiertos la mayor parte del tiempo). Pero era lo mejor que podía hacer para controlar los ataques en aquel entonces.

Pasadas esas dos semanas, el día del baile finalmente había llegado. El júbilo se sentía en el aire; emanaba de cada estudiante y profesor, de cada rincón y corredor. Era una de esas pocas veces en el año que la escuela se sentía tan llena de vida.

Así como las flores, el amor también florecía en Coverton durante la primavera. Tanto las nuevas como las antiguas parejas avivaban las llamas de su relación, esparciendo las ardientes brasas de su amor por todos lados, lo que hacía que incluso aquellos que estaban solteros tuvieran una oportunidad perfecta para iniciar un fogoso romance... A no ser que fueses tan tonto y desafortunado como yo, claro.

En fin, no importaba en qué dirección, mirases donde mirases, todo lo que había eran declaraciones de amor: besos y manos tomadas, flores y peluches, chocolates y pancartas. El empalagoso olor a romance se había apoderado de toda la escuela.

Como era de costumbre, cada vez que se celebraba algo de tal magnitud en Coverton, las actividades se veían acortadas hasta la mitad de la mañana para que el comité escolar tuviese oportunidad de decorar el edificio y sus instalaciones.

Al igual que yo, Jake había sido invitado al baile. Su invitación llegó de manos de nuestra antigua amiga, Dasha Fuentes, quien, con una explosión de confeti en su casillero y un gran oso de felpa con una tarjeta, le solicitaba amablemente que fuese su pareja para tan maravilloso evento. Pero la sangre es más espesa que el agua, y, al parecer, más espesa que el ponche que iban a servir en el baile también, porque Jake la rechazó. En su lugar, insistió en armar un maratón de películas, pizza y videojuegos conmigo.

Ese día, después de salir de clase, se suponía que iríamos directo a casa para empezar con nuestro evento privado y de invitación limitada; sin embargo, hubo un ligero cambio de planes: Jake no se había alimentado en días, así que me dejó en la salida de la escuela y se fue en búsqueda de alguien a quien hincarle el diente (no creo que necesite explicarles los motivos por los que no fui con él).

Cuando iba a mitad de camino de vuelta a casa, pasé junto a la cafetería del señor Wilson. Solía ir allí cada día sin falta después de la escuela. Pensaba que no había mejor manera de terminar el día que tomando uno de sus mocaccinos helados con crema batida y caramelo (tal vez por eso estaba tan rellenito antes). Desafortunadamente, me vi obligado a dejar de ir cuando me volví popular, porque, al parecer, no reunirnos en un Starbucks bajaba nuestro status social.

Half Blood: Destiny - AfterlifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora