Capítulo 26: No más secretos.

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Aiden

—Aideeen— escucho a Lucía gritar mi nombre y corro hasta la multitud que se agrupa en la sala de estar seguido muy de cerca por Lucas.

Cuando llego hasta ella la veo arrodillada junto a Gía quién está inconsciente en el suelo, mientras su padre se pasa las manos por el cabello de forma desesperada y los invitados observan la escena en total silencio ¿Pero qué mierda ha pasado?

–Rápido tenemos que llevarla al hospital– me pide Poppy con urgencia.

Tomo a Gía entre mis brazos y corro hacia la puerta seguido de Lucía, Selene y Lucas. El padre de Gía intenta seguirnos pero Gabriel lo detiene pegándole un puñetazo que lo tira al suelo. No veo más porque ya hemos atravesado la puerta. Nos acercamos a los autos estacionados pero no veo el de mi familia.
Dylan se acerca a nosotros con el rostro cargado de preocupación al ver a Gía entre mis brazos.

–¿Qué le ha ocurrido? ¿Por qué no se despierta?– nos pregunta asustado.

– El auto, rápido, necesitamos llevarla al hospital– le grita Lucía haciendo que el chico salga de su trance.

Todos corremos hasta el auto del señor Renaldy, las chicas y yo detrás y Lucas delante, con Dylan manejando a toda velocidad.

–¿Qué alguien me diga algo por el amor de Dios?– nos pide Dylan sin apartar la vista de la carretera.

– Su padre la ha lanzado contra una pared cuando intentó evitar que pegara a Gabriel– le explica Selene entre sollozos mientras Dylan aprieta con fuerza el volante hasta que los nudillos se le ponen blancos.

Cuando llegamos al hospital los médicos la colocan en una camilla y corren con ella dentro.

– ¿Qué le ha ocurrido?– pregunta uno de los doctores.

–Se ha golpeado muy fuerte y no reacciona. Está embarazada, tiene que salvarlos– le pide Lucía con gesto de súplica.

El médico asiente y desaparece veloz detrás de unas puertas. Lucas y yo volteamos confundidos a ver a las chicas.

–¿Está embarazada?– pregunta Lucas anonadado.

–¿Pero cuándo pensabais decirnos?– le pregunto molesto.

–Esa no era nuestra decisión, además este no es el momento indicado para discutir esto– nos dice Lucía frunciendo el seño.

Dylan entra corriendo después de aparcar el auto. Tiene toda la ropa arrugada y el cabello desordenado.

–¿Dónde está, qué les han dicho?– nos pregunta al borde de la locura.

–La están atendiendo ahora, hay que esperar a qué los médicos nos digan algo– le explica Selene.

El chico pega un puñetazo a la pared desesperado y luego se muerde los nudillos de la otra mano. Lucía se acerca a él e intenta calmarlo. A los pocos minutos la sala de espera comienza a llenarse, entran mi padre, Elena, la tía Josephine, César, Andrew, Gabriel y por último Franchesco y Gema, los padres de Gía.

–¿Dónde está mi niña? Díganme qué está bien por favor– suplica la señora Gema.

–¿Cómo pudiste cabrón de mierda? Es tu hija, tu sangre– le dice Dylan a Franchesco agarrándolo del cuello y estampándolo contra la pared.
César y mi padre lo toman de los brazos y lo alejan con mucho esfuerzo.

–Si algo llega a ocurrirle a ella o a mi hijo juro por Dios que me voy a encargar de hacer tú maldita vida un infierno– grita Dylan señalado a Franchesco con un dedo de forma acusadora.

– Hijo, ¿De qué estás hablando estúpido muerto de hambre? ¿Te atreviste a meterte con mi hija y la dejaste embarazada?– le grita el hombre con los ojos llenos de furia.

–Ella lo ama– le dice Gabriel a su padre mirándolo con ira.

–Tu mejor te callas marica de mierda– le grita su padre de vuelta.

–Basta– interviene la señora Gema– no vas a volver a insultar a ninguno de mis hijos. Hace años que debí parar tu estúpido clasismo y tú ridícula homofobia, si no te gusta lo que nuestros hijos deciden o te niegas a aceptar su realidad, te pido por favor que te largues y no vuelvas– termina remarcando la última parte.

Todos están bastante sorprendidos por la reacción de la señora Gema. Franchesco la mira con furia contenida y desaparece por el pasillo sin mentar palabra. Gema deja escapar un suspiro y se abraza a Gabriel y luego estira la mano para atraer a Dylan hacia ellos e incluírlo en el abrazo. Ese fue un gesto increíble.

A los pocos minutos sale el doctor y todos vamos a su encuentro.

–¿Familiares de Gía Renaldy?– pregunta un señor mayor con bigote canoso.

–Yo soy su madre, cómo está ella– interviene Gema alzando la mano.

–Tiene una pequeña conmoción cerebral y algunos hematomas que desaparecerán con los días, ha perdido mucha sangre pero ya está fuera de peligro– nos cuenta el señor.
—¿Y... y el bebé?— le pregunta Dylan temeroso de escuchar una respuesta.

–Corrió mucho peligro, pero ahora está a salvo, ese niño es un guerrero– nos dice el médico con una sonrisa.

Todos dejamos escapar el aire contenido y respiramos con tranquilidad. Los ojos de Lucía se llenan de lágrimas y deja ver una pequeña sonrisa de alegría, debió de estar muy asustada de que algo pasara, la tomo de la cintura y la rodeo con mis brazos. La inclino un poco hacia atrás y beso su nariz, enmarco su rostro con mis manos y seco sus lágrimas con mis pulgares.

–Todo está bien ahora cariño– digo para calmarla y ella se aferra a mi pecho relajando sus músculos.

Beso su cabello y cuando elevo la vista por encima de su cabeza veo los ojos de nuestros padres mirarnos de forma interrogante con las cejas alzadas mientras Elena sonríe bobalicona.
Vamos a tener que explicar unas cuantas cosas.

Bueno, supongo que se acabó lo de estar a escondidas, todos los misterios de nuestro grupo de amigos han sido revelados, no más secretos. Todavía quedan unos peligrosos cabos por atar, pero no ahora, este momento es para festejar que nuestra amiga y su pequeño están a salvo y esta dicha es algo que ningún asesino o moralista sin sentido podrá arrebatarnos.

¿Y qué si te desafío?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora