—¿Sigues ahí? —escuchó JeongHan desde el otro lado de la línea.
—HmmHm —respondió él con un sonido gutural, demasiado cansado como para hablar.
—Pepa no deja de llorar para que la entre, vuelvo en un rato.
Las llamadas nocturnas eran frecuentes en los días que no podían verse debido a las ajetreadas rutinas. WonWoo extraña oír la dulce voz de JeongHan, y JeongHan escuchar las ocurrencias de WonWoo. Hay días en los que hablan, hablan y hablan sobre lo que pasa por sus cabezas; acontecimientos sucedidos en el día, pequeños chistes o ventilaciones de problemas en busca de ser escuchados o recibir un consejo. En algunos, JeongHan permite que WonWoo le lea sobre sus lecturas actuales. Fragmentos, frases, capítulos enteros. Y otros, simplemente se acurrucan entre las frazadas y hablan hasta dormir.
Una agradable y sútil compañía.
Con los ojos cerrados se acomodó en las sábanas de lino, prestando atención al vago sonido que producía el movimiento del ventilador. El tono de la llamada estaba en silencio, silencio que pronto se vio interrumpido con violentos ruidos e interferencias. WonWoo había vuelto, lo supo cuando escuchó su tembloroso suspiro y los quejidos de la gata en el micrófono del aparato. Ubicado en el limbo del sueño y la consciencia, notó que el ruido no cesaba y ya sea la gata o el mismo dueño no dejaban de moverse.
—¿Qué tanto haces, Nonu?
—Me dio frío de nuevo y no puedo acomodarme, lo siento. Ya me quedo quieto —sonrió, soltando una risilla en el proceso.
Lo prometido sucedió y WonWoo dejo de moverse. Todo lo que se podía oir eran los lejanos ronroneos. El azabache siempre sufría el frío a la hora de dormir, era demasiado friolento, lo contrario a Han. Lo entendía, y por eso no se quejaba.
Acompañado por los sonidos gatunos, dio un último suspiro antes de dejarse llevar por el sueño, haciendo caso omiso a las pesadas caricias que daba Jeon al pelaje de su gata.
—¿Estás dormido, verdad? —preguntó WonWoo, sin recibir respuesta—. Te amo, mi ángel. Buenas noches.
