06. Hijos

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—¿Te imaginas cómo serían nuestros hijos? —pregunta un JeongHan pensativo, dejando de limpiar los platos y alzando la mirada con adoración ante la idea.

—Nosotros no podemos tener hijos, Han —responde un aturdido WonWoo, continuando su amasado.

—Sí, pero, imagínalo —insiste—. Nuestros hijos, hijos propios.

WonWoo frunce el ceño ante la proposición (o indirecta) del mayor. Desde hace un par de semanas ha estado sacando de a poco aquél tema, mostrándole videos de bebés y contando anécdotas de sus alumnos. Por primera vez en tres años de relación lo hacía. Normal, pensó al principio, pasa casi todos los días rodeados de niños; pero con el tiempo dejó ese pensamiento de lado y como no tenía ese título en comunicación al vicio pasó de cuestionar a analizar al castaño.

Se detuvo también, tomándose unos segundos para escoger las palabras y olvidar su disgusto hacia los infantes. Los visualizó en la casa del mayor, con unos años más, quizás veintiocho o treinta; JeongHan se sentaba en la silla mecedora y sostenía a una bebé, la mimaba y jugaba con ella. Por otra parte, otra niña jugueteaba entre las plantas y árboles, persiguiendo a los pequeños mininos que se escurrían de sus manos.

Era una bonita imágen mental.

—¿Sabes? Me encantaría tener dos niñas —suelta finalmente.

—¿Dos niñas? ¡Pensaba en lo mismo! —repite con emoción en su tono—. Una pequeña de cabello rizado y otra de mejillas pomposas.

—Mejillas pomposas… —murmura sonriente por la ocurrencia—. Esa seguro se parece a ti, con los ojitos redondos y boquita fruncida.

—¡Hey! —ríe—. Leí hace mucho que la hija mayor siempre se parece al padre. Será preciosa si hablamos de apariencia, pero personalidad… Oh, no podría soportar a una mini-wonu.

—Cuida tus palabras, no voy a permitir que quieras desprestigiar a mi hija de esa manera —advierte serio, aunque pronto esa seriedad se desvanece—.  ¿Pensaste en algún nombre?

Esta vez es el turno de JeongHan en pensar una respuesta. Se concentró en nombres, tenía una lista de ellos por si en algún momento sucedía, pero sentía que ninguno de ellos era especial. A excepción de uno.

—Quisiera que la mayor se llame Mi-Woo.

Mi-Woo —probó el nombre en sus labios—. ¿Por qué?

—Nos conocimos en un día de lluvia, ¿lo recuerdas? —dijo—. No sé lo que significa ese día para ti, pero para mí esa fecha es muy importante. Sucedieron muchas cosas, la mayoría malas, pero te conocí.

El corazón se le enterneció por el detalle. Ese día JeongHan estaba volviendo de un funeral, el funeral de sus padres siendo exactos. Peleó con la mitad de sus familiares por la herencia, recibió un puñetazo y un diente roto. ¿En donde entra WonWoo? cuando en la parada del autobús a JeongHan se lo tragó la lluvia y el azabache no sólo le dio su paraguas, también su hombro para desahogarse. Fue más agradable de lo que parece, en realidad.

—Eres muy detallista, JeongHan. Preservar una fecha tan importante en el nombre de alguien. Jamás se me habría ocurrido —halaga.

—¿Y tú? ¿Hay algún nombre que te guste?

—Nabi.

—¡Nabi!

—Nabi —afirma con simpleza—. No hay una razón detrás. Imaginé el rostro de nuestra hija menor y Nabi suena adorable, como ella.

—Me gusta —sincera JeongHan, feliz por su capricho cumplido—. Mi-Woo y Nabi. Nabi y Mi-Woo —tarareó.

—Seríamos una pequeña, gran familia feliz. Nosotros, Mi-Woo, Nabi, tus plantas y un gato.

Escucha las risitas emocionadas del castaño, y sin siquiera verlo sabe que está dando saltitos sin necesidad de saltar. Tuvo el impulso de darse la vuelta y abrazarlo, contenerlo y besar su frente, pero sus manos estaban llenas de harina… aunque no hizo falta, ya que pronto tendría al mayor rodeando los brazos por su torso y esparciendo besitos por los desnudos hombros.

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