Cada vez que JeongHan usa una de las chaquetas de WonWoo se encuentra una maravillosa sorpresa, además del pelo de gato.
—¿Qué…? ¿Y esto?
Hojas, hojas y más hojas de plantas. No debía ser inteligente para darse cuenta que todas eran de cítricos: naranjos, limoneros e incluso mandarinas. Pequeñas hojitas quebradas. A veces marchitas del tiempo que llevan allí guardadas. Algunas no corrían la misma suerte y eran trituradas.
—¿Por qué siempre guardas hojas en tus bolsillos? —preguntó un día, confundido al toparse con otra hojita de limón.
—Costumbre —sincera, un tanto confundido también por ese inconsciente hábito—. Mi abuela lo hacía; mientras caminaba arrancaba alguna hojita de cítrico y la guardaba. Supongo que se me ha quedado.
JeongHan pronto descubrió lo perfumada que quedan las prendas con dicha acción, y aunque prefería no arriesgarse, con el tiempo se encariñó de la escencia en sus dedos.