17. Lluvia

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La temporada de lluvia es horrible. Se le esponja el cabello, tiene todos los pelos disparatados y parece una muñeca despeinada y con frizz. WonWoo, en cambio, salta de la felicidad apenas ve que el día se encuentra gris.

—¡Amor! —llamó el azabache con ese particular apodo que usa cuando está de buenas, apareciendo por la puerta principal pero sin entrar del todo a la casa—. ¡Han, cariño!

JeongHan al instante fue hasta el pasillo que conecta el recibidor con el resto de la casa, cubriéndose con la bata y alarmado por los incesantes llamados.

—¿Qué pasa? ¿Qué pasa? —pregunta, descolocándose por la amplia sonrisa del alto.

—Ven, acompáñame.

—¿Acompañarte a dónde? ¡Si está lloviendo!

—¡Afuera! ¿A dónde más?

Las risitas que suelta mientras habla horrorizan a JeongHan. ¿Cómo no lo notó antes? El cabello y las ropas mojadas, no tenía los lentes puestos, las mejillas rosas…WonWoo extendió su mano, tirando de él y acercándolo con claras intenciones.

—¡Espera! ¡Espera! —detuvo, sin fuerzas de impedir lo que iba a pasar—. ¿De verdad vamos a salir? ¡¿Me vas a sacar así, con estas ropas?! —y el otro asintió— ¡Deja que me ponga zapatos al menos!

—¡Anda, vamos!

Terminó de tirar y lo envolvió en sus brazos, alzando su cuerpo como si fuera una pluma y sacándolo finalmente del interior de la casa. La fresca brisa se coló por su delgada ropa y la llovizna le hizo dar un escalofrío, siendo que por mero instinto se aferró con fuerza al hombre, abrazándolo por el cuello buscando evitar que sus pies desnudos toquen el suelo.

WonWoo sostenía con firmeza la cintura de JeongHan, y gracias al impulso que hizo antes dió un par de vueltas, alejándolos de la puerta y yendo hacia el centro del jardín.

—¿No está preciosa la tarde? —inquiere entre risas.

—¡No! Me hace frío… —murmura, acurrucado a este punto.

Más risas, de esas guturales que lo ponen nervioso y contagiosas a su vez. WonWoo se quedó quieto, ya no daba vueltas o movimientos bruscos que le hicieran perder la estabilidad. El agarre no perdió fuerza, ni tampoco insistió en bajarlo; sabía que el mayor no quería mojarse los pies con el suelo. Se mecía tranquilo, apenas, y apoyaba su barbilla en la cabeza que quería esconderse en su hombro.

Pasaron unos segundos para que JeongHan levante finalmente la mirada, apreciando la vista que la altura le proporciona. El rocío bañaba las plantas; los arbustos de laureles florecidos, la spiraea repleta de blancas florecillas, la Santa Rita de hojas anaranjadas feliz.

Podría estar muerto de frío, sí, pero ese momento no se repetiría.

Entonces miró hacia el cielo. Grisáceo, opaco. Las gotas que caían de a poco mojaron su rostro, y WonWoo en respuesta alzó la mirada también.

—¿Ves que sí?

—Sí —admite—; pero eso no quita que esté a nada de una hipotermia.

Otra risada nace de él y vuelve a elevarlo para afianzar su agarre, pasando de tener los brazos en la cintura a bajo su trasero, y por supuesto que asustando a JeongHan en el proceso.

—¡WonWoo! —rechistó, buscando soporte en los hombros del mencionado.

No recibió respuestas verbales, en su lugar, eternas sonrisas que lo contagiaron cuando comenzó esas vueltas que simulan ser un baile torpe y animado.

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