WonWoo se encontraba saliendo de la librería, su turno ha terminado y antes de volver a casa debía comprar alimento para Pepa; esa mañana se había acabado, y como el animalito del demonio que ha criado no puede pasar cuatro horas sin pedir alimento y luego rechazarlo, ahí estaba él con un resfrío y caminando bajo plena llovizna de noche. Era increíble lo que uno hace por quienes ama.
El camino hasta la tienda no es muy largo. Su edificio se adentra por un barrio y al salir de él le continúa la avenida, siguiendo camino derecho un par de cuadras más hasta doblar en una esquina.
Sin embargo, hoy se encontró con una particularidad. En medio del camino vio una linda cabellera castaña con un bien conocido broche en forma de flor. Al instante una sonrisa se formó en su rostro y aceleró el paso, pero no por la razón que le gustaría.
—¡JeongHan! —llama preocupado, y el enunciado apenas escuchó la voz de su pareja suelta el paragüas y se abalanza contra él, aferrándose a su cuerpo—. ¿Qué pasa, bonito? ¿Qué tienes?
El castaño asiente sin ánimos, tampoco interesado en responder.
—Tuve un mal día y quería verte.
WonWoo suspira y con su brazo libre envuelve al mayor, colocando aquella mano sobre la cabeza que se esconde entre su cuello y hombro, dedicándose a dar firmes caricias cargadas de consuelo.
—Ya está bien… —murmura, continuando los mimos y besando su frente—. Estás conmigo.