28. [Favores.]

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Favores.

Lanzó las piedritas sin dirección alguna, sin usar demasiada fuerza y sin siquiera ver donde caen. Realmente no me importa, cuando se acaban, vuelvo a empezar, reúno otro puñado arrastrando mi manos sobre la grava blanquecina del jardín dejándolas tronar entre mis dedos antes de lanzarlas. Están calientes, mi espalda se descarga sobre el porche, mi cabeza se detiene justo sobre el escalón y aunque podría estar sentada como una persona normal en él o en alguno de los sillones que permanecen más aun vacíos aún permanezco en el suelo.

Se siente agradable, creo.

Es el último miércoles de agosto, el mes acabara incluso antes de que esta semana llegue a su fin y yo empiezo a sentir los días eternos, no hay una sola nube en el enorme cielo azul, el viento da la impresión de haber parado de correr, por consecuencia el mar imita su proceder: parece estático, las cigarras gritan por el calor mientras las aves callan su canto, todo parece tan anormal, tan tranquilo

No puedo evitar preguntarme a mí misma ¿Vivimos en una simulación? El cielo, el mar, la suave brisa, todo parece sacado de una estampa de correo o un comercial de televisión, antes solía soñar con esto, lo que parece ser ahora un recuerdo lejano. Lo añoraba, ahora me atraviesa.

Ver el mar, sentir la brisa... es tan... pero tan...

Aburrido...

No puedo evitar reírme de mí misma cuando mi conciencia murmura un: Se supone que dirías hermoso, y si es hermoso pero a la vez, tan, tan aburrido, me incomoda el cuerpo, me provoca picazón al punto de la urticaria.

Maldito y tan humano inconformismo.

Rasco mi cuello y el malestar sube a mi rostro, revuelco mi cabello cuando la desesperación encuentra cabida bajo mi piel cambiando de lugar, al tiempo que mis pies esparcen las piedrecillas a mi alrededor. Todo me pica y a la vez no.

Tomó una bocanada de aire en busca de calmar mi interior dejándolo salir con calma por la boca, imito la pantomima esa de Dereck que parece ayudarle, cuento hasta diez y ahí el aire se vuelve inexistente en mi pulmones.

No me calma para nada.

—Ahhgg —Gruño volviendo a revolcar mi cabello, no sirve para ni mierda.

¿Cómo se supone que respirar lento sirve de algo? Siento que mi cerebro se queda sin aire, me voy a morir de aburrimiento. ¿Es eso posible?

Sus pies aparecen en medio de mi piernas estiradas confirmando su presencia desde hace un rato, pensé que como los demás días hoy solo me vigilaría a la distancia.

—Estás perdiendo la cabeza — Rió cuando su voz es una afirmación clara en lugar de una pregunta. —ohm, bueno, nunca has estado cuerda, así que solo estas perdiendo la compostura — Se pone de cuclillas y apartando mi cabello de mi rostro me deja por fin ver el gris brumoso de su mirada. —¿Te encuentras bien? — Pregunta al final revisando mi rostro.

Asiento sin emitir palabra. Sus ojos me analizan como buscando en mi rostro respuestas a preguntas que no ha hecho, espolvorea mi cabello intentando organizarlo un poco y la leve risita escapa de sus labios mirándome.

—¿De qué te Ries?

—De ti —Contesta sin pensárselo demasiado, elevo las cejas con algo de incredulidad.

—Vuelves a tener la confianza de mirarme a la cara y además de reírte de mí—Uso su mismo tono y me mira a los ojos algo sorprendido como si intentara entender sí estoy bromeando o no.—. Mas veo que tu sentido del sarcasmo se ha oxidado, grandote. Solo bromeo —Mi manos van a su cabello y lo revuelvo un poco— No vuelvas a cortarlo, te vez muy americano. —Lo digo como si fuera un insulto. Me refiero a su cabello que ahora intenta mal cubrir sus ojos, de llevarlo como antes cubrirá por completo su rostro, ahora solo lo tira hacia atrás cuando hace un tiempo le ataba en una coleta —Me gustaba más como estaba antes, me recordaba al shini de 12 años, que blandía su Bokken en el recinto de práctica —Digo con añoranza. Ha pasado mucho tiempo desde que practicamos con las katanas de madera, demasiado cuando intento recordarlo.

Cronos © (Dioses caídos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora