Max Verstappen. Lo llaman el príncipe de hielo.
Sin emociones. Sin amar. Con una vida planeada al milímetro donde no hay nada al azar. Pero, ¿que pasa cuando la pelirroja de ojos claros se cruza en su camino? ¿Cuando siente que ella rompe todas sus...
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📅 Jueves 5 de Agosto de 2021
📍 Condado de Ashford, Irlanda
Darcy Evans, irlandesa de 23 años. Fisioterapeuta. Trabaja en un hospital católico en Ashford, una localidad situada en el condado de Wicklow de la provincia de Leinster, con una población en 2016 de 1425 habitantes. Se encuentra ubicada al este del país, a poca distancia del sur de Dublín y cerca de la costa del mar de Irlanda.
O eso es lo que pone en la Wikipedia.
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Darcy se casa este domingo. Con su novio de toda la vida. Kyle Fraser y ella se conocieron en el último año de instituto. Cursaron estudios en la misma universidad, y 6 años después, decidieron unir sus vidas. Para ella era el segundo chico con el que estaba. Para él era la única chica con la que había estado.
¿Qué se casan por la presión de ambas familias? Aquí nadie va a discutir eso. Darcy ama a su novio, o cree que lo ama. Porque últimamente y sobre todo desde que se acerca la fecha de la boda, las dudas se han instalado en su cabeza y no la dejan vivir. A ella no le importaría que no se casaran y vivir juntos. Pero eso, para la familia de su futuro esposo, sería un pecado que jamás le perdonarían, y por ese motivo, la pelirroja ha dado su brazo a torcer.
Aquel día de verano, los astros se alinearon, para que la vida de Darcy diera un giro de 180º o quizás, de más. Los dos últimos pacientes que tenía en su consulta, no acudieron a causa de la lluvia torrencial que caía en ese momento. Ella decidió ir a supervisar, que el fontanero, hubiera instalado el grifo de la cocina en la que sería su nueva casa a partir de ahora. Regalo de los padres de Kyle, claro. Ellos pagaban, ellos mandaban.
En menos de veinte minutos, aparcaba su coche en la parte de atrás de la pequeña vivienda de campo que a partir del lunes, compartiría con su futuro marido. Resopló y miró al cielo pensando en el lío tan grande que se había metido y en que ya, aunque quisiera, no podía dar marcha atrás. Buscó la llave en su bolso y la metió en la cerradura mientras las gruesas gotas de lluvia la salpicaban por todas partes. Consiguió abrir la puerta que accedía directamente a la cocina que su suegra se había encargado personalmente de decorar. La odiaba. Era fea de cojones.
