Max Verstappen. Lo llaman el príncipe de hielo.
Sin emociones. Sin amar. Con una vida planeada al milímetro donde no hay nada al azar. Pero, ¿que pasa cuando la pelirroja de ojos claros se cruza en su camino? ¿Cuando siente que ella rompe todas sus...
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🏖️ Por la noche
Me miro al espejo y me recojo el pelo pensando en si dejármelo suelto o en una cola. Decido que mejor recogido. El reloj de mi muñeca marca casi las 21.00, la hora de mi cita con Max, así que decido dejarlo tal y como está. De todas maneras no es como si quisiera impresionar a alguien, ¿o si? Aunque estoy nerviosa. Quiero verme bien y que él me vea bien. Porque tengo que admitir, que Max, a pesar de que me saque de mis casillas, está haciéndome sentir que no estoy tan sola.
Cojo aire soltándolo lentamente y me muerdo los labios obligándome a no pensar en nada. En lo que he dejado y en porqué lo he dejado. Lo último que yo pensaba que me pasaría hace dos días, era esto, estar a tantos kilómetros de casa saliendo a cenar con otro chico que no fuera mi prometido. Bueno, ¡a la mierda Kyle! Ya perdí el suficiente tiempo con él y no pienso malgastarlo más ni pensando en como se llama.
Me aparto del espejo y cojo mi pequeño bolso de la mesita de al lado. Llevo solo un par de cosas pero, mi bolso es como el de Hermione Granger, esas cosas son infinitas. Abro la puerta de mi bungalow y la cierro con la llave. Al darme la vuelta para ir a buscar a Max, veo que él acaba de salir también del suyo y se acerca a mi muy lentamente. Me permito mirarlo a medida que camina hacia donde estoy y creo que me está faltando el aire.
El rubio lleva unos pantalones vaqueros y una camisa remangada en tono también vaquero, que no hace sino acentuar los marcados músculos de sus antebrazos. El pelo se lo ha engominado un poco sin mucho éxito, pues algunos mechones se le han quedado de punta y otros no. Vale si, este tío es guapo, muy guapo. Y creo que sabe el efecto que causa porque se demora en caminar hacia mi, y mientras lo hace, una sonrisilla se escapa de su boca sabiendo perfectamente que lo estoy mirando.
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- ¿A qué estoy guapo, charme? –me dice de manera burlona.
- Si, por dios. No sé como me aguanto y no me tiro encima de ti –le respondo rodando mis ojos con poco convencimiento de mi parte, también tengo que admitirlo.
Me giro para caminar por la pasarela de madera que une nuestros bungalow y él se pone a mi lado caminando a la par.
- Pues tú estás muy guapa. El verde te sienta muy bien. Menos mal que estamos prometidos, o la mitad de los tíos te entrarían esta noche -la sonrisa burlona de Max consigue que yo esboce también una más pequeña, pero, dirigida a él.
