Max Verstappen. Lo llaman el príncipe de hielo.
Sin emociones. Sin amar. Con una vida planeada al milímetro donde no hay nada al azar. Pero, ¿que pasa cuando la pelirroja de ojos claros se cruza en su camino? ¿Cuando siente que ella rompe todas sus...
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⏲️MÁS TARDE
Apenas he podido dormir desde que la vi. Tengo sueños con ella, con Las Maldivas y con la isla. Hay veces que me despierto pensando que todo es una puta pesadilla y ella descansa a mi lado, como tantas noches de ese verano. Con su mano en mi estómago y sus piernas enredadas en las mías.
Sus últimas palabras de hoy aún las tengo grabadas en mi mente. Que solo fui un par de polvos y nada más. No se lo cree ni ella, pero es lo que merezco después de como la traté ayer cuando nos vimos. Sabía que algo no iba bien cuando la vi en Astford. Pero soy un puto orgulloso y en vez de esperarme y hablar con ella, pensé lo peor y me fui. Y ahora que la tengo de nuevo tan cerca, mi cabeza está hecha un lío. Bueno, de lío nada. Aun siento algo por ella. Después de tantos meses y mi corazón solo late por Darcy.
Mi hermana dice que jamás tuve que darle ese ultimatúm. Que ahí fue donde la perdí. Y a medida que pasaron los días, me di cuenta de que así fue. Pero claro, Max Verstappen no necesita a nadie, y no quería tener que admitir que realmente lo que yo necesito es a la jodida pelirroja. Y no sé que coño voy a hacer ahora que voy a tener que verla en cada puto premio. Tenerla tan cerca y no poder siquiera acercarme a ella. Porque ya besarla, eso si que es imposible.
Salgo de mi habitación para ir a las máquinas que hay en el descansillo del pasillo. Necesito comer chocolate o la ansiedad va a poder conmigo. Echo las monedas, elijo una barra con nueces y me dispongo a abrirla. Camino de regreso cuando las puertas del ascensor se abren, y el puto destino me pone delante a Darcy. Mi pelirroja con su pelo agarrado en una coleta alta, una minifalda negra de cuero y un jersey sin mangas que me está revolviendo todo el cuerpo. Ella abre sus ojos muy sorprendida de verme y chasquea su lengua fastidiada.
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- ¡Hay que joderse! De todos los putos hoteles de Bahreim, tenías que estar precisamente en este –dice ella saliendo del ascensor. O más bien intentándolo, porque trastabillea y acabo cogiéndola para que no se caiga.
- ¿Estás bien? –le pregunto cerrando mis ojos y dejando que su dulce aroma a frambuesa llene mis fosas nasales. Mis dedos se anclan a su brazo y dejo que lo recorran lentamente disfrutando de la suavidad de su piel. Joder, lo que la he echado de menos.
