¡Cuidado, Senpai!

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El timbre sonó dando a entender que era hora de irse. Miré mi celular de reojo y eran cerca de las tres de la tarde. Perfecto. Guardé mis cosas y salí casi corriendo del salón. Pude sentir un par de miradas detrás de mí, probablemente de Kurumi y Fuki.

Pasaron unas horas luego de que dejé el instituto. A decir verdad estaba más exhausta que en otras ocasiones. ¿La razón?. Estaba en un edificio al que toqué timbre para que me dejaran entrar.

- No puedo creer que esté haciendo esto...

Me lamenté o más bien no pude creer lo que hacía, eran como si mi cuerpo se moviera solo y ya no era yo la que estaba al control.

Un "click" se escuchó desde adentro. Miré más atenta y la puerta se abrió. Grandioso. Solté un suspiro y entré.

Mis manos, ocupadas por un par de bolsas que no pesaban mucho, empezaron a sudar al tiempo que me acercaba más y más a su departamento.

Era mi primera vez visitando a un amigo enfermo, así que estaba muerta de nervios.

¿Y si ella está mejor y no me necesita? O peor aún, ¿qué tal si entro y la encuentro sin ropa?.

Mis preocupaciones eran extrañas, me quedó claro.

- Según Kurumi es esta puerta.

132, era el número marcado en la puerta de madera blanca. Tragué en seco al imaginar la figura de Senpai sin ropa al otro lado de la puerta. Parpadee al instante y sacudí mi cabeza. ¿En que estabas pensando?. Solo entra, ella sabe que vine , la llamé...

Aún guardando cierta expectativa toqué la puerta un par de veces.

Un silencio se prolongó por todo el pasillo. Las personas caminaban de un lado a otro y me miraban, sonreían, tal vez les divertía verme con la cara roja.

- Adelante.

Una voz algo ronca me dijo aquello. Levanté mi vista y me sorprendió que ella no abriera.

- Uh, soy Takina. Vine a ver cómo estabas y así...

- Lo sé, adelante, la puerta no tiene cerradura.

- Uhum.

No pensé en nada más y entré. No quise ver demasiado para no ser grosera, pero para ser sinceros tenía unas ganas terribles de asomarme debajo de la cama de Senpai, ahí abajo siempre hay secretos...

- No seas tímida, mira todo lo que quieras.

Detrás de mí apareció ella, luciendo una sonrisa de oreja a oreja y con las mejillas rojas, supuse que era por la fiebre. Me volví y le extendí las bolsas que llevaba y retrocedí un par de pasos. Ella estaba demasiado cerca de mi rostro, no quería contagiarme.

- ¿Uh? - Ella se vio confundida así que me miró - ¿Que son estas?.

- Medicinas, frutas y un libro. Fue lo que vi mejor para que te recuperaras.

No le pude decir que me pasé una hora buscando en Google qué traerle a un enfermo. Eso se quedará conmigo hasta la tumba.

- Oh, bueno, muchas gracias.

Las dejó en el mostrador de la cocina que aún desde el recibidor, donde yo estaba, se podía ver. En resumen, el lugar era pequeño pero habitable.

- Ahora... - Comenzó a hablar, está vez un poco más bajo, note que su respiración se hizo más pesada y sus mejillas estaban todas de rojo. Se me acercó y me tomó de la mano. Abrí la boca para decir algo, pero no dije nada. Ella llegó a una puerta, supuse era su cuarto.

- Vamos~.

Entramos y cerró la puerta detrás de sí. Ahora yo estaba confundida.

- ¿Sen...pai?.

Ella me empujó a la cama, era matrimonial para mi suerte o desgracia. Ella se sentó en mi regazo mientras lucia una sonrisa juguetona.

- Ta...ki...na..

Se desplomó en mi pecho y cerró los ojos sin más. Le toqué la frente y ardía en fiebre. ¿Al final tendré que cuidarla?. Diablos.

Mis dias contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora