1: One in a millon.

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No sería fácil explicar qué ocurrió con exactitud; fue un acontecimiento extraño, de esos que parecen sacados de un sueño incómodo, que aunque no es una pesadilla, no te permite volver a dormir

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No sería fácil explicar qué ocurrió con exactitud; fue un acontecimiento extraño, de esos que parecen sacados de un sueño incómodo, que aunque no es una pesadilla, no te permite volver a dormir.

Las probabilidades de que algo así ocurriese, eran una en un millón, y aún así, tuvimos la fortuna de encontrarnos.

Al cerrar los ojos, aún puedo imaginar su suave silueta deslizándose hacia mí; acercándose peligrosamente hasta volver a sentir sus manos ásperas sobre mi piel.

Era un placer extraño, que trascendía todo lo humano. Él no era como nada que hubiese conocido antes, y no sería como nada que descubriría alguna vez.

Si pudiera pedir un deseo, sería encontrarme de nuevo con aquella criatura que me presentó el amor desde la lejanía del entendimiento.

Aunque carecíamos de conciencia suficiente para comprendernos, sé que no podré olvidarlo, porque no tuve que conocerlo para saber que lo amaba.

Lo amaba, lo amo y lo amaré por el tiempo que duré mi vida. Y si después de este plano es posible conservar los recuerdos, lo seguiré amando.

¿Cómo empezó todo?, esa es la pregunta que me repito todos los días, con tal de sentir que estamos juntos de nuevo.

En ese entonces era joven, lo suficiente como para no conocer nada de la vida, pero creer que sí lo hacía, porque ya pasaba mi segunda década de existencia.

Ese año me mandaron a una expedición al mar Ártico, con el fin de estudiar algunas de las especies que eran capaces de sobrevivir en el Polo Norte.

A decir verdad, nunca estuve de acuerdo con viajar un año completo a una zona inhabitada. Mucho menos, considerando que lo haría solo, con el fin de conectar con los animales o alguna locura hippie por el estilo.

Me mudé temporalmente a una cabaña de roble en medio de la nada, rodeado tan solo de kilómetros de nieve y un océano tan helado que era imposible tocarlo.
No parecía haber mucha vida a los alrededores, así que fue desesperante.
Creí que solo me habían enviado a ese sitio para morir bajo las condiciones más extremas, pues pasaban los días y cada hora enloquecía más por la abrumadora soledad.

Fue ahí cuando lo encontré; como un ángel que descendió del paraíso para brindarme un poco de su luz celestial.

Una mañana poco interesante como todas las que había vivido hasta ese entonces, escuché algo inusual, algo que logró erizarme la piel porque en un lapso de dos semanas, no había escuchado ningún otro ruido más que las olas rompiendo en el hielo.

Fue una voz casi humana; tan dulce que empalagaba, pero tan suave que adormecía.

Recuerdo el terror que me invadió: un escalofrío se enredó en mi espalda y causó que me estremeciera como si me hubiesen clavado un puñal en el estómago.
Las piernas me temblaron y mi respiración se agitó.

Por alguna razón, creí que escuchaba un fantasma, con esa voz apacible que resultaba inquietante porque estaba a meses de cualquier conexión humana.

Al inicio, la voz solo reproducía pequeños quejidos agudos, pero poco a poco tomó consistencia.

Era un cántico que resonaba como eco en el valle, con algunas notas agudas que seguían la misma línea de un sonido aterciopelado.

Mi corazón se aceleró en cuanto me percaté de que la melodía se escuchaba a una gran distancia, proveniente de la oscura profundidad del mar.

No acepté la situación, creía estar alucinando porque me pareció imposible que un cantar fluyera entre las olas y sonara con tal claridad. Esa voz no era como nada que hubiese conocido antes; pude jurar que emanaba del infierno por lo tentadora que resultaba.

Era misteriosa, seductora e hipnotizante.
Ni siquiera me di cuenta cuando mis piernas prácticamente se movieron solas hasta la orilla del mar, con el ritmo de esa melodía que era un deleite auditivo.

Me arrodillé en el hielo y continué escuchando, mientras el canto se volvía cada vez más fuerte.

Aún tenía miedo, pero estaba totalmente hechizado por esa voz que bien pudo convertirme en su esclavo por la eternidad.

Cerré los ojos por la suavidad de las notas; mi cuerpo tambaleó un poco y cuando estaba a punto de caer al agua, el canto cesó repentinamente.

No estaba del todo conciente cuando una mano me sostuvo del pecho para detenerme.
Eso fue lo que me hizo reaccionar, y tan pronto como abrí los ojos, sentí el horror más grande de mi vida.

Un rostro emergió del agua; mirándome fijamente con sus ojos verdes y pupilas largas y achatadas de los costados.

Eché el torso hacia atrás y caí sobre el hielo, alejándome de aquel tacto que casi me detiene el corazón.

Tuve la oportunidad de ver aquella mano larga y delgada, fina como las plumas de un cisne.
Un encanto a medias, pues entre los dedos tenía membranas en las que podía verle las venas con total transparencia.

¿Qué más podía decir?, no fue amor a primera vista, pero la criatura me hizo cuestionarme cuan desconocido era el mundo.

Con el estómago revuelto y la presión arterial baja, deseé olvidar esa mirada que seguía posada en mí, como si yo fuese el ser extravagante.

Tuve un poco de iniciativa para acercarme de nuevo, y tan pronto como asomé la cabeza sobre el mar, vi que tenía una larga cola de pez en lugar de piernas.

Fue ahí cuando me levanté de pronto y terminé vomitando por los nervios.

La criatura bajó el mentón, pero no volvió a esconderse en el agua.

Miré con desprecio al ser, antes de darme la vuelta para regresar a la cabaña.

Fue algo inusual y poco agradable de experimentar, pero a estas alturas de la vida, daría lo que fuera por volver el tiempo y aprovechar cada segundo a su lado.

Fue algo inusual y poco agradable de experimentar, pero a estas alturas de la vida, daría lo que fuera por volver el tiempo y aprovechar cada segundo a su lado

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Debajo del aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora