9: Noche en vela.

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Si pudiera escoger una de las tantas veces en que me puse nervioso con algún acercamiento con el tritón, definitivamente hablaría del día en que supe que mi cordura había desaparecido por completo

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Si pudiera escoger una de las tantas veces en que me puse nervioso con algún acercamiento con el tritón, definitivamente hablaría del día en que supe que mi cordura había desaparecido por completo.

Fue el segundo amanecer en el que la tripulación estuvo en el valle.
Toda esa madrugada me resultó imposible dormir, porque dejé a la criatura sobre el hielo, mientras seguía sufriendo por su herida.

Aunque hubiese querido hacer algo, no podría haberle ayudado en nada más, pues era imposible pasar una madrugada entera fuera de la cabaña, el clima se volvía insoportable con cada puesta de sol.

Él tenía la red encima, así que no podría escapar, pese a sus intentos por moverse.

De vez en cuando me asomaba por la ventana, para intentar averiguar si aún se movía, y cada vez tenía más ganas de salir a verlo.

-¿No puedes dormir? -preguntó Duff, somnoliento, levantándose de la cama para sentarse a mi lado.

-No -respondí.

-¿Te preocupa algo? -bostezó.

-Nada en particular -mentí.

Duff volteó hacia la ventana, como si quisiera divisar lo que yo observaba.

Ciertamente, ninguno de los dos habría podido ver algo, porque el paisaje era oscuridad total.

-¿Nunca te ha dado miedo estar solo en este lugar?

-Al principio -dije-. Pero me acostumbré; no tuve otra opción.

Duff guardó silencio unos segundos.
-¿Y que hay de la bestia? -titubeó-. ¿No le tienes miedo?

-No -volteé el rostro para verlo-. Es inofensivo, y ha sido una buena compañía desde que lo encontré.

-Y... -pausó un momento-. ¿Acaso canta como las sirenas de los libros?

Apenas podía distinguir sus facciones, porque la cabaña también estaba en completa oscuridad.

-Sí -sonreí-. Aunque todavía no sé porqué lo hace; al principio creí que era su forma de comunicarse, pero conforme pasaron los días, me di cuenta de que no era así. Incluso dejó de hacerlo -volví a mirar por la ventana-. No lo sé, tal vez era una manera de marcar territorio.

-Steven dice que esas cosas cantan cuando están en época de apareamiento; ya sabes, como un llamado para encontrar pareja.

Recuerdo sentir un cosquilleo en el vientre al escucharlo; y sé que suena enfermo, pero me gustó creer en esa posibilidad, porque eso solo volvía nuestra conexión aún más especial, y me hacía creer que en efecto, había algo entre nosotros. Algo que no todos tenían la fortuna de vivir.

Después de esa breve conversación, Duff se fue a dormir, y yo seguí mirando por la ventana, emocionado por la posibilidad de que el tritón entendiera nuestra interacción como algo más que curiosidad.

Debajo del aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora