17: Lazos.

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Algo curioso de él, es que la mayoría del tiempo se mantenía pacífico, y si se sentía en peligro en algún momento, era muy poco probable que mordiera o rasguñara

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Algo curioso de él, es que la mayoría del tiempo se mantenía pacífico, y si se sentía en peligro en algún momento, era muy poco probable que mordiera o rasguñara.
Eso ya lo sabía; la peculiaridad apareció cuando empezó a comportarse... extraño.

Pasaba menos tiempo escondido, y más arrastrándose desesperado por el piso, una y otra vez, como un perro liberando estrés.

También hacía sonidos muy agudos, lo suficiente como para causarme cefaleas.

Creí que algo le dolía, quizá una astilla enterrada o alguna otra cuestión, no tenía muchas formas de averiguar qué estaba mal con su organismo.

Muchas veces intenté revisarlo, pero él no se dejaba tocar; en diversas ocasiones tuvo la intención de morderme, así que me rendí con él, y me resigné a aceptar su repentino cambio de comportamiento.

Estaba irritable, con mucha más energía que de costumbre, y lo surgió una nueva fijación con golpear la mesa con su aleta.

Yo estaba desesperado, porque verlo ansioso también me contagiaba su estrés, y a veces solo tenía ganas de sacarlo de la casa, con tal de conseguir un poco de paz.

De haberlo hecho, jamás habríamos cruzado esa delgada línea que aún me mantenía cuerdo.

Me sacrifiqué para dejarlo actuar así, porque si estaba enfermo, eventualmente se debilitaría, y entonces podría averiguar que lo tenía mal.

Para sorpresa mía, él estaba normal. Perfecta y naturalmente normal.

Fue una noche, de tormenta tan fuerte que creí que el viento tumbaría la puerta.

Entre los sonidos de Axl y los golpes exteriores en la madera, no logré dormir tan rápido, pero después de horas de intento, lo conseguí.

Tuve un sueño muy ligero, pues los ruidos del tritón me despertaron de nuevo.

Abrí los ojos fastidiado, y lo vi moverse ágilmente hacia el fondo de la cabaña.

Era como una serpiente escurridiza; en el tiempo que llevaba fuera del agua, aprendió a arrastrarse bien, y se volvió mucho más rápido.

Lo observé sin saber lo que pretendía, y él también me miró de vuelta.
Parecía asegurarse de que tenía mi atención, y cuando se convenció, se acostó de espaldas en el piso, recargando sus codos para alzar su torso.

Levantó su cola, que destellaba aún con la tenue luz de una vela, y la movió lentamente, de arriba a abajo, como si estuviese nadando.

Su aleta caudal se abrió, tal y como lo hizo cuando quiso camuflarse bajo la cama, pero esta vez, no erizó sus escamas.

Aquellas membranas en su aleta, se movían con la más fia gracia, como un abanico de seda que me llamaba con sublime seducción.

Me senté en la cama para verlo con más detalle, y él me sonrió cuando notó que me acercaba de a poco.

Ronroneó, convenciéndome de gatear hacia su dirección.

Él lucía hermoso, con todas las sombras jugando a su favor, y ese aleteo pretencioso que denotaba cuan conciente era de lo que hacía.

No estoy seguro de en qué pensaba cuando me acerqué, pero lo primero que hice, fue acariciar su aleta, que me causaba tanta curiosidad.

Se sentía como tocar una pañoleta mojada, era suave, pero muy delgada. Frágil como una hoja de otoño.

Y con la misma rapidez con la que se desplazó, bajó su cola y se avalanzó hacia mí, acostándose encima.

Me sometió de las muñecas, sosteniéndolas para mantenerlas fijas al suelo, justo a a un lado de mi cabeza.
Probablemente lo aprendió de Duff o Slash, o quizá de mí; eso no lo podré saber nunca.

Mi respiración se agitó, porque era fuerte; al fin dejaba de ser tan sumiso.

No estaba asustado, porque sabía que no me lastimaría, o eso quise creer.

Acercó su rostro, para olfaterame el cuello, dejando los vestidos en mi piel de su humedad exhalación.
Creí que eso sería todo, pero antes de que pudiera hacer algo, me mordió el lóbulo, repetidas veces, hasta arrancarme un pequeño pedazo.
Luego, me pasó la la lengua por la mitad del rostro, lentamente.

No tuve que esperar más para querer quitarmelo de encima; me alteró que me hubiese atacado, y peor aún, que tuviese el atrevimiento de quitarme un pedazo de carne.

Tuve que forcejear con él para que me soltara, y solo lo conseguí cuando lo golpeé en el vientre con la rodilla.

Él me siseó, y se apartó rápidamente.
Me puse de pie para tratar de detener el sangrado, y al bajar la mirada, lo divisé con mayor transparencia.

Tenía los labios y los dientes manchados de sangre, lo que me hizo creer que se tragó el pedazo de carne.

Me aterró imaginar que podría hacer algo así, y no se me ocurrió nada mejor, que patearlo en el pecho.

Axl chilló, para meterse debajo de la cama , aún vigilándome desde ahí.

Él no me importó, estaba en shock por mirar mi oreja así, por no creerlo capaz de ser agresivo.
Tardé un tiempo en detener el sangrado, y Axl no se dignó a salir de la cama.

Creo que eso fue lo que más me enfureció, porque no quise verlo como un animal asustado al que también lastimé, sino como a una persona demente que me había mordido.

Me agaché para sacarlo a la fuerza, pese a sus chillidos que me exigían soltarlo.

Aún tenía las cadenas que trajo Steven, y pensé que lo más lógico, sería tratarlo como a un ser salvaje.

Lo encadené de la cintura a la base de la cama, y até sus manos detrás de su espalda para que no pudiese liberarse.

Claro que él se resistió, pero pareció bajar sus defensas.

Cuando terminé, vi su rostro; él me observaba, arqueando sus cejas, como si no entendiera porqué le había hecho eso.

Estaba furioso con él, no quise entender que no funcionábamos de la misma manera.

El recuerdo de esa mirada aún me persigue, porque ahora sé que no lo merecía.

Muy vagamente, recuerdo ver su membrana abierta, y en ese entonces no le tomé importancia, pero ahora lo veo, y me siento mal por castigarlo.

Él no estaba enfermo, estaba en celo, y lo que hizo al morderme, fue marcar su territorio, marcarme a mí.

Claro que era una locura, pero no era culpa suya.
Yo lo traté como a un monstruo, cuando él solo me demostró lo que tanto le exigí durante todo ese tiempo: una prueba de que sentía algo por mí.

Yo lo traté como a un monstruo, cuando él solo me demostró lo que tanto le exigí durante todo ese tiempo: una prueba de que sentía algo por mí

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Debajo del aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora