15: El misterio de las perlas.

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Justo como lo supuse, cayó una desastrosa tormenta, no solo durante ese día, sino por semanas

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Justo como lo supuse, cayó una desastrosa tormenta, no solo durante ese día, sino por semanas.
El invierno había llegado, y con ello, la imposibilidad de hacer otra cosa más que estar encerrado.

Afortunadamente, tomé la decisión correcta al llevarme al tritón conmigo, porque el océano se congeló, y quedaríamos separados por esa prisión de hielo firme, que quizás lo habría matado, por impedir la entrada del oxígeno.

Su organismo funcionaba similar al de un delfín, con la excepción de que el tritón si respiraba bajo el agua, pero necesitaba volver a la superficie ocasionalmente, para que sus pulmones descansaran del constante estado comprimido en el que se encontraban.

El problema principal, irradiaba en que, así como necesitaba aire, también debía volver a las profundidades, y eso era imposible estando en un balde de agua.

Aún así, podía arreglármelas para tenerlo ahí, porque sabía que él se adaptaba a ciertas condiciones terrestres, que nos favorecían a ambos.

De todos modos debía ayudarlo con su respiración branquial, y la forma de hacerlo, no fue la más simple.

El tritón siseaba mientras se revolcaba en el piso para que lo soltara.
De vez en cuando, trataba de rasguñarme, pero desde las tomas de muestra, había aprendido a adiestrarlo bien.

Lo sujeté de la nuca para empujar su cabeza hacia abajo, pese a lo mucho que se resentía.
Él trató de levantarse, ejerciendo fuerza en sus brazos y manos, que reposaban en el suelo. Flexionó los codos, bajando su torso al piso, haciéndome más sencillo introducir su rostro en el balde de agua.

Pude ver como las branquias de su cuello se abrieron en cuanto se sumergió, pero no parecía estar respirando, pues expulsó una calada de aire de su boca, que se hizo visible por las burbujas que provocó.

Al principio creí que solo era un capricho suyo, por tentar contra su independencia; sin embargo, al verlo tan desesperado por salir del agua, me di cuenta de que en serio no respiraba.

Lo solté, y él casi de inmediato sacó su cabeza del balde, expulsando un chorro de agua de la boca.

Me miró enfurecido, frunciendo la nariz y mostrando solo la punta de sus dientes.

Incluso así, lucía como la belleza más pura del mundo.

Cuando se enojaba, las membranas de su cuello se levantaban, y vibraban al par de su siseo.

A veces me recordaba a una serpiente, a una cobra en específico, porque tenía la misma elegancia al levantar su torso.

No me dejó tocarlo; de hecho, no tuve mucho tiempo para reaccionar, pues se arrastró ágilmente al hueco debajo de la cama.

Agaché la cabeza para mirarlo; estaba en un rincón, con su aleta doblada para comprimir su cuerpo, ocupando el menor espacio posible.

Me fascinó su respuesta de huída.
Axl estaba estresado, y por fin podía ver de cerca cómo pensaba defenderse, sin tener la opción de nadar hacia la profundidad.

Debajo del aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora