Cuando un biólogo marino llega a su primera expedición en el mar Ártico, descubre a un joven tritón que se convierte en su descenso a la locura.
Dicen que el amor no siempre es racional, pero
¿qué tan correcto es enamorarse de una bestia?
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Si omitíamos el escalofriante origen de su nido, su hogar era de lo más bello. La cueva evidentemente estaba hecha de hielo, y parecía iluminarse de azul por la luz de día que se reflejaba en el glaciar, aunque estaba algo oscuro de todos modos. No había olas, porque el agua entraba por debajo del la cueva, así que era un sitio muy tranquilo.
Tampoco quiero hablar mal de su nido, que construyó a base de esfuerzo, pero era como entrar a la cueva de algún monstruo, con tantos restos de animales.
Aún así, me sorprendió la construcción de su habitad, y que usara las pieles de los osos en la base, para que no se lastimara con los huesos.
Entendí que su nido no era para procrear, o para habitar en el la mayor parte de sus días, sino solo para dormir. Un mamífero como él, nunca podría dormir bajo el agua, pues apesar de tener branquias, su sistema respiratorio adaptado a la superficie terrestre, le impediría respirar automáticamente en el agua. La criatura debía dormir en tierra para no morir ahogada, y creó un refugio para esconderse de depredadores como los osos polares, que podrían atacarlo al dormir.
Era maravilloso; su naturaleza era exquisita.
Un nido, simplemente hermoso. Muy pocos mamíferos construían sus hogares, y el hecho de que el de él estuviese hecho de huesos, era un diferenciador muy interesante.
Me habría gustado ver otros tritones, para saber si usaban los mismos materiales, o si eso fue un sello persona de Axl.
Llegué a tener la hipótesis de que al menos se refugiaban en la misma zona, pero no era así. Él estaba realmente solo, y quizá nunca se dio cuenta, hasta que nos acostumbramos a estar juntos.
La mañana que desperté en la cueva, no fue lo que se consideraría como agradable.
Estoy seguro de que en ese lugar hacía mucho más frío que en el exterior; el suficiente, que incluso, algunas de las prendas que me quité, se congelaron.
Recuerdo que al abrir los ojos, volvió la sensación viscosa de las entrañas del animal.
Axl estaba frente a mí, aún dormido. Nuestros torsos se tocaban, y sentía la palpación de cada uno de sus órganos.
Su aleta estaba enredada a mis piernas; me tenía atrapado, como una serpiente a punto de asfixiar a su presa.
Me desesperé, porque siendo sinceros, nadie querría estar en una situación así.
Era incómodo estar tan cerca de él, rompiendo cualquier barrera de la intimidad. El que estuviese desnudo, no significaba nada para él, pero yo si encontraba unas cuantas razones por las que estaba mal no ponerme límites con él.
Me torturaba preguntándome: qué pasaría si él no tenía conciencia. Lo sabía, eso me hacía una especie de abusador zoofílico, y fue difícil percatarme de en qué momento escalaron tanto las cosas. Se suponía que debía estar investigando su forma de vida, y de ser necesario, su anatomía; eso no incluía dormir desnudo, con él aferrado a mi cuerpo, como si quisiera fusionarse.
