11: El imaginario.

134 25 24
                                    

Nuestras interacciones eran limitadas; desconocía muchas cosas de él, y a veces me daba miedo hacer algo que le causara algún mal

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nuestras interacciones eran limitadas; desconocía muchas cosas de él, y a veces me daba miedo hacer algo que le causara algún mal.

Tenía curiosidad por explorarlo a fondo, y no en un ámbito sensorial.
Me interesaba conocer el funcionamiento de su organismo; pero de haberlo estudiado en ese sentido, habría tenido que matarlo, y no estaba dispuesto a alejarme de una criatura tan espléndida como él.

Quizá, mi problema fue olvidar que nada dura para siempre.

La quinta noche en que el equipo estuvo en el Polo, tuvimos una seria conversación sobre el futuro, y de paso, Steven aprovechó para sacar del barco algunas cajas de un suplemento alimenticio, que me serviría mientras seguía con la investigación.

No faltaba mucho para que ellos partieran de regreso a Londres, y a decir verdad, me emocionaba volver a estar a solas con el tritón.

—No sé cómo estén las cosas en la ciudad, y tampoco sé si tendremos acceso por mar —Steven puso la última caja en el piso de la cabaña—. Esta guerra no tiene buena pinta; parece que vamos para varios años con esto.

—¿Tan grave es? —cuestioné, abriendo el paquete para mirar uno de los contenedores de suplemento.

—Sí —se sentó junto a mí—. Hacía muchos años que no veía un reclutamiento militar tan grande. Pobres bastardos —soltó una corta risa incómoda—. Tienes suerte de estar aquí, porque en el caso contrario, ya te habrían vuelto soldado.

Miré hacia la ventana, en dirección al océano, y con una vista directa hacia el tritón.
—Soy bastante afortunado por estar en este lugar —sonreí.

Esa tarde, fue la primera en esa semana, en que dejaron a la criatura en el agua; aunque seguía encadenado al barco para que no se escapase.

Parecía haberse acostumbrado a la presencia de otros en su territorio, pero eso no significaba que fuese el mismo ser pacífico que conocí.

Él realmente parecía resentido con ellos.

No sé si les tenía miedo, o solo era un mecanismo de defensa, pero quería huír cada que los veía, y solo terminaba lastimándose por las cadenas.

Era una pena ver a un ser tan celestial, desesperado para salvarse de la brusquedad humana.

Aún me cuesta creer, que nadie más veía aquella belleza en él: la belleza de lo incorruptible, de lo natural, de lo inmaculado.

Él era una pureza magnífica; no conocía de males, ni de guerras, ni de traiciones o desamores.
Simplemente vivía por instinto, libre y sereno, sin la menor pizca de maldad en su alma.

Recuerdo salir de la cabaña para ver cómo estaba, después de conversar con Steven durante algún tiempo.

Me acerqué con pasos rápidos, y cuando me miró, se apegó a la orilla del hielo, apoyando sus dedos en el borde, mientras metía la mitad de su rostro al agua.

Debajo del aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora