16: Luces rojas.

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Hubo muchos misterios alrededor de Axl, y la mayoría nunca los pude resolver, porque eso significaba arriesgar su vida

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Hubo muchos misterios alrededor de Axl, y la mayoría nunca los pude resolver, porque eso significaba arriesgar su vida.

Pese a ser bastante aprensivo, no hubo otra opción que olvidarme de todas las dudas respecto a sus funciones internas, pero no pude soltar la pregunta de porqué dejó de respirar en el agua aquel día.
No tenía sentido alguno, o al menos una explicación simple, y eso lo hacía más frustrante.

Durante la tormenta, la nieve terminó obstruyendo la puerta de la cabaña, así que oficialmente, estábamos atrapados.

Eso no parecía importarle a Axl, pues pasaba el día entero jugando con las partículas de polvo que se levantaban cada que se movía.
Era dulce verlo así, tratando de atraparlas mientras sonreía de vez en cuando.

También le gustaba arañar el piso; tenía su propia sección, junto a la ventana, ahí era donde entraba la luz del día, y se acostaba en esa zona para hacer trazos.

Por un tiempo creí que quizá intentaba comunicarse, pero mi teoría fracasó cuando vi que solo copiaba las formas de las nubes, y por eso siempre miraba hacia el exterior, al cielo, en específico.

Dudo mucho que en el pasado hubiese estado tanto tiempo fuera del agua, como para apreciar las cosas comunes en la vida terrestre.
Todo parecía maravillarlo, hasta el polvo que me hacía estornudar.

Una vez, pasó la tarde pegado al cristal de la ventana, empañándolo por su propia exhalación.
Sus manos estaban sobrepuestas en el vidrio, y miraba los copos de nieve que caían violentos sobre la tierra.
Escogía uno, y lo seguía con la mirada hasta que caía al suelo, después elegía otro, y así repetidas veces.

Me senté a su lado, siendo sigiloso para que no se escondiera debajo de la cama, porque ese también se volvió uno de sus lugares favoritos.

Aproveché que estaba tranquilo, para hacer su cabello a un lado, observando su nuca en busca de alguna anomalía que le impidiera respirar de algún modo.

No había nada raro, evidentemente, más que la escandalosa proyección de sus vertebras.

Para algunos podría ser desagradable, pero a mí me gustaba, porque era su naturaleza. Una que quizá no era la más estética, pero le funcionaba, y gracias a eso, tuve la fortuna de encontrarlo con vida.

Tuve la fortuna de encontrarlo con vida...

Entre todas las cosas de su cuerpo, solo había una que no me gustaba, y era la textura de su cabello cuando se secaba, pues la sal de mar lo hacía tieso.

Axl no pasaba mucho tiempo en su balde de agua; ocasionalmente lo usaba para dormir, pero prefería los rincones de la cabaña; mientras más oscuros y húmedos, mejor.

Eso hacía que su cabello estuviese seco la mayoría del tiempo, y se ensuciaba más cuando se mojaba, antes de arrastrarse por el piso para moverse.

Podía tolerar todo en el mundo, excepto, un caballo maltratado.

Una criatura tan bella como él, no podía andar frente a mí con un pelo como fibra para lavar platos, mucho menos si era lindo, restando la sensación.

Me levanté en busca de recipientes más pequeños, agua potable y un jabón neutro espumoso.

Él siguió concentrado en los copos.
A veces, parecía saltar sutilmente, porque se emocionaba cuando el viento soplaba y formaba remolinos con la nieve.

Mientras él estuviese más distraído, mejor para mí.

Me acerqué por su espalda, sentándome de nuevo para sujetar su cabello.
Dentro del recipiente vacío, metí lo que cupo de su pelo, y con la palma de la mano, tomé un poco de agua pura, para vertirla desde la raíz.

Usé agua tibia, y no sabía cómo reaccionaría ante eso.
Por eso prefería echarla poco a poco.

Axl no tardó en darse cuenta; frunció la nariz, pero no dejó de ver por la ventana, estaba hipnotizado, completamente.

Eso me permitió mojar su cabello por completo, y como no puso resistencia, me atreví a meter los dedos entre sus mechones, para asegurarme de que todo estuviese listo para limpiarlo.

Tomé el jabón y lo mojé un poco para hacer espuma, y con eso, metí las manos en su cuero cabelludo, masajeándolo para penetrar cada pequeño rincón.

Miraba el semblante del tritón de reojo, para estar pendiente de su reacción, y si es que le molestaba que fuese tan intrusivo.

Al principio no tuvo ningun gesto, pero, a los pocos minutos, sus ojos se comenzaron a cerrar lentamente.

Echó la cabeza hacia atrás, ronroneando mientras lavaba su cabello.

—¿Te gusta? —sonreí—. A muchas personas les encanta que les agarren el cabello, incluso pagan por masajes. Yo te lo hago gratis, así que eres afortunado —solté una corta risa.

A Axl no le pudo importar menos, ni siquiera me miró; estaba más concentrado en la sensación.

El sonido del jabón en su cabello junto a sus ronroneos, eran tan relajantes, que bien pude quedarme dormido, pero habría sido un estúpido por no disfrutar un momento como ese.

Supe que era algo especial, cuando recargó su espalda en mi pecho, y movió su aleta caudal de arriba a abajo, haciéndola chocar con el piso, reiteradas veces.

Sonreí, porque él lo estaba disfrutando.
Me llenaba de vida verlo tan dichoso, ignorando los copos de nieve porque al fin, tenía algo más interesante que hacer.

Tenerlo en mi pecho fue una experiencia mítica; la gente nunca entendería lo hermoso detrás de ganar la confianza de otra especie, porque ni siquiera pueden lograrlo con otro humano.

Enjuagué su cabello después de unos minutos, y él abrió sus ojos, para fijarse en la ventana.
Miró hacia el cielo, y lo señaló con su mano derecha.

El cielo presumía un anaranjado rosáceo por el atardecer, y por algún motivo, impresionó a Axl, cuyos ojos brillaron como si hubiese encontrado el tesoro de Poseidón.

—Lo sé, es hermoso —dije, abrazando a la criatura por la cintura, hasta reposar las manos en su vientre.

Sentía como se le movía el intestino; no fue lo más agradable, pero eso no me arruinaría aquel romántico momento.

Muchos podrían tener la duda de si una criatura como esa desprendía algún aroma, y la respuesta es sí.
No olía a pescado, ni siquiera a océano; era un olor similar a la pimienta, pero con un toque dulce.

Muy exótico para mi gusto, y a veces me mareaba, porque era penetrante, aunque no del todo desagradable.

Acaricié su abdomen mientras mirábamos el atardecer, usando solo la yema de los dedos, tal y como le gustaba.

El sol aún no se escondía del todo, cunado un sonido extraño salió de los labios de Axl.

Miré su rostro para saber qué le pasaba, y casi me estalla el corazón de dulzura cuando lo vi dormido.

Axl confiaba tanto en mí, que se dejó vencer indefenso entre mis brazos.

Y decir que esa confianza, fue su único error.

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Debajo del aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora