22: Hogar dulce hogar.

119 23 3
                                    

Hay muchas historias sobre la horrible naturaleza de las sirenas y demás parecidos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hay muchas historias sobre la horrible naturaleza de las sirenas y demás parecidos. La única semejanza entre todas, es la parte humana que le brindan a la especie, y su suma hermosura.

Axl cada vez me parecía más animal, pero al mismo tiempo, tenía un grado de humanidad muy extraño. No hablaba de semejanzas instintivas, como cazar para comer o buscar lugares donde se sintiera seguro. No, él tenía una humanidad sutil y casi civilizada.

Para empezar, era capaz de desarrollar apegos y lazos con especies distintas a la suya. Teníamos una comunicación muy, muy básica, pero entendible.
Aprendí a captar cuando tenía hambre, cuando quería su propio espacio, cuando quería que me acercara, y por mala experiencia, cuando estaba en celo.

Él también parecía entenderme, a veces, y aunque fuese extraño, sé que me escuchaba al hablar, atentamente, mientras me miraba como si le importara lo que tenía por decirle.

Pero de entre todas esas pequeñeces, hubo algo que me pareció más interesante.

Estuve en su nido durante unos días, hasta donde me fue posible soportar el hambre y reprimir algunas otras funciones del organismo.

Durante ese tiempo, observé algo muy peculiar en él, y es que separaba los huesos en dos montones.
El primero, era para comérselos, y hasta ahí, todo tenía sentido.

Pero el segundo, era específicamente para su nido, y se diferenciaba porque tallaba esos huesos.
No tengo idea de porqué, pero le hacía grabados ostentosos utilizando sus garras.

Eran grecas, simétricas a la perfección.
De haber encontrado antes algún hueso de su hogar, sin saber que él los tallaba, habría pensado que pertenecía a alguna cultura antigua, tal vez hasta del proceso de hominización.

Sus piezas eran hermosas, todas distintas, como copos de nieve.
Me pregunté cuántos tallados de su especie no había en los museos, pensando que eran obras del hombre.

Lo hacía con tanta facilidad, que me daba algo de envidia que hasta él tuvise más instinto artístico que yo.

Recuerdo que ese día me senté frente a él, para observarlo durante horas hacer su trabajo.

De vez en cuando volvía al agua, para deshacerse de lo que no quería, como el cadáver de la morsa, una vez que salí de ella, porque la ropa se secó.

Axl era muy limpio, pese a vivir en un montón de huesos.
El agua de la cueva ni siquiera estaba manchada de sangre, y no había mal olor, porque volvía al mar abierto para sacar sus desechos.

Era más limpio que muchas de las ciudades que yo conocía.

El tritón estaba concentrado en lo suyo, sentado en el hielo, ligeramente encorvado al frente.

Su preciosa aleta tan solo reposaba ahí, mostrándose tan tentadora con sus colores metálicos.

La acaricié, de arriba a abajo, sin importar que sus escamas me cortaran la yema de los dedos.
Axl no me prestaba mucha atención, más que un ronroneo ocasional.

Debajo del aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora