Día 2: Primera noche

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Todos los personajes pertenecen a Mojito uwu. Yo solo los uso para lo fluff

Fanart perteneciente a su respectivo autor.

Inhaló lentamente, exhalando un gran suspiro a la par que abría por primera vez –desde hace una semana– la puerta que daba a su departamento.

Su tiempo en el hospital había llegado a su fin.

Aunque estaba más que agradecido de poder, de nuevo, ingerir alimentos humanos normales y volver a su nido personal, no quitaba que estaba un tanto nervioso.

En su tiempo en la sala de maternidad omega –gracias a la ayuda de las enfermeras y de la matrona– había aprendido todo lo que, en teoría, necesitaría para cuidar por su cuenta al bebé que actualmente estaba acomodado en su pecho, atado a un fular que la dulce anciana del piso de abajo le había obsequiado en cuanto notó que estaba iniciando las compras de objetos para su cachorro.

Ahora necesitaba llevar esos conocimientos a la práctica y, debía admitir, eso le preocupaba un poco.

—Anubis...—habló, encendiendo las luces de la pequeña sala, respirando con alivio el aroma de su pequeño e individual refugio. Todo, por supuesto, estaba tal cual lo dejó. Nadie había pasado ni siquiera un dedo en sus pertenencias lo que ocasionó que su omega ronroneara de puro gusto y felicidad, sintiendo que el lugar que había elegido para vivir con su cría era seguro y estable. — Estamos en casa. — Felizmente cerró la puerta (doble cerradura. El miedo aun prevalecía muy en el fondo de su ser por mucho que le gustara negarlo.) Adentrándose a la gran cantidad de mantas en el suelo.

Si, estaba un tanto asustado, pero confiaba en que todo estaría bien.

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—Shhh...—Susurró, cambiando a Anubis a un pañal limpio, hablándole y perfumándole para que no llorara ante el obvio cambio de temperatura y sus manos inexpertas. Por suerte su cachorro solo hacía pequeños sollozos que no alcanzaban a ser gritos estridentes, al menos no como los de otros bebés que había oído en el tiempo de internación. —Pronto acabo. Papá solo tiene que mover esto... ¡ta dah! Anubis ya está limpio y seco. — Lo alzó de nuevo en brazos, aliviado de haber evitado el llanto ensordecedor por esa hora al menos.

Pero aún quedaba mucho tiempo antes de la hora de dormir.

Podría no tener tanta suerte la próxima vez.

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—Esto tenía que moverse sobre el hombro, y esto sobre la cadera...—Se sentía un completo idiota al observar su reflejo en el espejo del baño.

Estaba totalmente avergonzado y rojo, tan rojo como su cabello mientras tiraba levemente su cuerpo hacia atrás, en un intento de armar el fular tal cual le habían enseñado. Honestamente no quería usar esa prenda, le parecía estúpido y vergonzoso, sin embargo a su hijo parecía gustarle la sensación que daba la tela.

Y a él, particularmente, le gustaba poder usar sus dos manos, por lo tanto...

—Ahora ato esto y ¡listo! ¿Estas contento Anubis? — soltó una risa al ver al infante totalmente dormido. Podía imaginarlo aburriéndose en lo que él practicaba y fallaba cada prueba. —Mejor duerme. Se te da muy bien. —Besó la pequeña cabecita, yendo a la cocina a recalentar una bandeja de comida que había dejado previamente congelada unos días antes del parto.

El consejo de las comidas congeladas le estaba salvando la vida, con total honestidad.

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—En serio se te da muy bien dormir. —mencionó saliendo de la ducha, prácticamente habiendo amando cada segundo bajo el agua caliente sin límite de tiempo.

De acuerdo, había un límite de tiempo durmiendo en un moisés, pero en lo que tardaba en llorar, él aprovechó para lavar sus largos mechones fuego y su pálido cuerpo, frotando y distribuyendo shamppó, acondicionador y jabón a partes iguales.

Tardó un buen tiempo antes de salir. Lo hizo un poco desconcertado al no haber sido interrumpido por un bebé lloroso. Se supone que eso era lo normal ¿verdad?

Preocupado se colocó su bata para ir directo al nido, viendo al cachorro totalmente dormido.

(Su pechito subiendo y bajando le indicaba eso.)

—Estoy empezando a creer que eres un poco vago— su dedo se hundió en la mejilla regordeta, tan gordita y suavecita como un pudín. Eran los cachetitos más gorditos que había visto y el deseo de apretarlos era muy tentador. —Anubis...—Tarareó, picando de nuevo la piel rosadita, cosa que fue un grave error.

Pronto los ojitos cerrados se abrieron. Luego apareció una pequeña mueca en ese rostro de querubín y al siguiente segundo un llanto estridente resonó por toda la habitación.

—...— "Mierda, mierda, mierda" acunó rápidamente al recién nacido, meciéndolo de lado a lado para calmar sus sollozos. ¿Por qué le había picado la mejilla? Uno no debe llamar al diablo si no quiere que conteste, maldita sea.

—Ya, Ya—Con cuidado lo maniobró hasta que pudo pegarlo a su pecho y entonces, mágicamente, las lágrimas y los gritos se fueron. Suspiró de alivio, tomando unos mechoncitos negros entre las yemas de sus dedos. —Aprendí mi error, no solo eres bueno para dormir.

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—No estoy seguro si debo mecerte o solo esperar que te duermas—la noche había llegado por fin, ya no había un solo ruido en el edificio y la mayoría de apartamentos ya poseían todas sus luces apagadas, el suyo mismo estaba en ese grupo.

Sin embargo Anubis parecía muy cómodo en la oscuridad, abriendo sus manitas y moviendo sus piecitos. Parecía más activo que en el día.

—Supongo que aún no entiendes que la noche es para dormir...—miró al infante detenidamente, observando gracias a la luz del velador los hermosos rasgos que comenzaban a enamorarlo cada día más.

Entre la piel blanquecina, los irises negros, los labios pequeños, la nariz perfilada y los cabellitos oscuros, su hijo sería un hombre muy guapo en un futuro.

Posiblemente se lo querrían robar de lo hermoso que sería.

Posiblemente él mataría a quién intentara tocar un solo mechón de su cabeza. Tuviera Anubis la edad que tuviese.

—Papi no va a dejar que le roben a su Anubis. — juró solemnemente, besando el puñito de su bebé. Luego observó la cinta roja en la pequeña muñeca ajena, viéndola demasiado apretada para ser cómoda.

Con sumo cuidado desató la pulsera, dejándola por allí mientras seguía observando el pequeño brazo. Algo faltaba, la tela roja era bonita, sin embargo...

Algo hizo click.

Moviéndose lento para no molestar al cachorro, sacó de un cajón un lazo de seda blanca, el cual rápidamente ató a la manita de su hijo. Sonrió cuando la imagen pareció encajar perfectamente en su cabeza.

—Buenas noches Anubis...—quizás su niño no estaba cansado, quizás simplemente dormiría más tarde, tenía esa opción...

Pero él, como padre, no.

Por lo tanto se recostó, apoyando su mano sobre el moisés como si estuviera abrazando al pequeño cuerpecito que se encontraba allí arropado con todas las medidas de seguridad habidas y por haber.

Seguramente en poco tendría que levantarse para darle de comer, cambiarlo o simplemente mimarlo. Debía aprovechar las horas de sueño tanto como pudiese.

Cerró los ojos, comenzando a tararear la nana de cuna, durmiéndose lentamente.

Había sido una muy buena primera noche en casa.

Calla mi vida...no hay que llorar..

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