Día 9: Primer día del padre

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Los personajes son de Mojito, muchas gracias por los votos, me hacen muy feliz nwn

Hoy en el trabajo todos estaban actuando un poco...curiosos.

No, quiten lo curioso, estaban actuando bastante extraños.

Primero fue su jefe quién le había dado una canasta de regalo adelantada. Cuando la obtuvo miró largo y tendido al alfa, esperando cualquier cosa que le diera motivo suficiente para renunciar y, a la par, poner una queja en recursos humanos. Sin embargo, todo lo que había dicho el hombre fue un "feliz día" antes de retirarse.

Al comprobar que no había nada raro en el "regalo" –no lo consideraría así hasta que comprobara que no había segundas intenciones con él– notó que la mayoría de objetos de allí eran para bebés –lo cual no era una queja. Entre más tuviera mejor. – aunque había una minoría que era claramente para un adulto, como los chocolates y las cremas de belleza.

No comprendía muy bien el porqué del regalo –aun le daba cierta desconfianza– pero tampoco lo iba a desechar. Por educación hacia el hombre que le pagaba su sueldo y por la simple razón de que sería un desperdicio tirarlo cuando había tantas cosas útiles.

Ahí no acabó lo raro.

Lo segundo fue en una sesión con Ra.

La mujer era exigente, siempre pidiendo la perfección y nada menos – algo que entendía porque él también se dedicaba a hacer todo tan perfecto como fuera posible. Si ibas a pagar por un servicio, mínimo que este fuera decente ¿Qué se diría de él si fuera lo contrario?– nada de distracciones, teléfonos o charlas cursis mientras ella estuviera en el edificio.

Contrariamente a lo que era normal, ese día había llevado a su hija menor con ella, la pequeña Hathor de un año.

La niña era encantadora, un poco caprichosa como todo niño, pero muy fotogénica y estaba pegada a su madre alfa. Si bien hubieron que repetir tres tomas de las cuatro primeras fotos –dado que la infante no paraba de moverse queriendo tocar todo– las últimas cinco fueron un caos completo y aun así a Ra no pareció molestarle en lo absoluto.

La palabra raro no cubría lo extraño de la situación y del comportamiento de la mujer.

Lo tercero fue Jesuda.

Si era honesto consigo mismo, no tenía ni la menor idea sobre que sentía por el beta más allá de pura frustración. Lo cual era curioso porque en su vida estaba rodeado de personas por las cuales si podía identificar los sentimientos que sentía por ellos.

(Lo admitía, solo había tres personas en ese grupo cercano suyo.)

(No desea pensar en los tiempos en que había tenido seis personas cercanas a él y como, de haber sido todo como él creía, hubiese seguido así por muchos años más.)

El tipo parecía buena persona y aun así algo profundo en él le decía que no se le ocurriera bajar la guardia en su presencia.

Quizás era porque siempre le coqueteara –al punto en que era molesto– tal vez era su carácter tan diferente al suyo o porque le había dado ese extraño apodo a su hijo o simplemente porque era un beta.

No lo sabía ni le interesaba saber.

Pero al tema en cuestión, esa mañana estuvo bastante tranquilo. No se le acercó por detrás para ver su teléfono cuando recibió un mensaje de la señora Hassan con un mini video de Anubis "bailando" una canción –que más parecía simplemente él pisando el suelo por pisar– no le dijo gatito o le susurró cerca del oído ni señaló que el "perrito" debía ser más lindo que él por ser un "papá gato".

No era un cambio desagradable pero era extraño, muy extraño.

Aún más cuando recibió felicitaciones de su parte ¿felicitaciones por qué? No era su cumpleaños ni tenía buenas nuevas que dar.

Ese día específico, todos estaban demasiado extraño para él.

Volver a casa no lo mejoró.

Sus vecinos –incluyendo aquellos que, si bien vivían al lado suyo – no le dirigían más allá de unos "buenos días" también lo felicitaron (¿por qué tantas felicitaciones? ¿Qué se estaba perdiendo?) El mocoso que vigilaba a Anubis se había ido más temprano, dejándole un feliz día y un extraño mini llavero que simulaba una máscara de un antiguo dios egipcio (¿quizás en relación con su nombre y el dios que este representaba?) y la señora Hassan le recomendó que se tomara unas horas libres antes de ir a casa a por su hijo.

Algo que cumplió a medias. Si bien salió a despejarse tomando un poco de aire, esa caminata no duró más de media hora antes de que volviera rápido al edificio, entrando directo a su hogar sin avisar.

Lo que encontró dentro fue, como fue todo su día, extraño.

La sala estaba perfectamente ordenada a pesar de vivir en ella un niño que apenas estaba aprendiendo que lo que se saca de una caja se tiene que volver a poner en dicha caja, los platos estaban totalmente lavados y en la mesa había un pequeño pastel cubierto de chocolate blanco (uno de sus favoritos.)

Bien, aquí acababa su paciencia ¡¿alguien le podía decir qué diablos estaba pasando?!

—Vamos pequeñín, como hemos practicado. —Su vista volvió a la cocina –donde la voz de la anciana se había oído – mirando estupefacto como esta parecía susurrarle un secreto a su cachorro.

Ya iba a preguntar que demonios pasaba cuando notó que Anubis se paraba en sus piernitas temblorosas y entonces toda molestia se fue.

Hacía poco más de un mes desde que su niño aprendió sus primeros pasos y ahora, aunque seguía moviéndose como una jirafa recién nacida, ya nada lo paraba de recibirlo caminando.

Se arrodilló para recibirlo en brazos, sonriendo sin poderlo evitar al ver a su pequeño caminar directo a él con toda la confianza de que iba a atraparlo si se caía.

Pronto llegó a sus brazos, lo que hizo que lo envolviera, alzándole rápidamente.

— ¿Cómo estuvo tu día pequeño?—preguntó, esperando recibir los típicos balbuceos con algunas cinco o seis palabras que sonaban coherentes a sus oídos.

Sin embargo lo que recibió no era lo que esperaba.

— ¡Eli ía, Papá!— parpadeó cuando una hoja fue empujada a su rostro, una hoja llena de garabatos coloridos y muy obviamente infantiles, aunque fueron las palabras escritas en ellas – claramente de un adulto – las que le dieron la respuesta que llevaba esperando todo el día.

"Feliz día del padre"

Era el día del padre y él ni se había enterado.

Todos los comportamientos raros que le carcomieron la cabeza ahora tenían sentido y no pudo evitar sentirse un poco tonto, aun así...

—Gracias Anubis, me gusta mucho tu dibujo. —besó los bonitos y gorditos cachetitos, deleitándose por el sonido de risitas y chillidos felices.

Dobló con sumo cuidado la hoja llena de colores, dejándola en un lugar seguro.

Después de todo, era su primer regalo como padre y planeaba guardarlo por muchos años.

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