Día 10: Primeras vacaciones juntos.

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Gracias por cada voto nwn y visita. 

Los personajes no son de mi autoria, ni tampoco el fanart uwu

Se encontraba en el sofá de su casa observando las diferentes propuestas de viviendas que el sector inmobiliario ofrecía. Todavía seguía pensando que era un poco temprano para ello, pero estaba de vacaciones laborales y tenía tiempo que podía gastar, así que aprovecharía.

La casa que más le había gustado era una cercana a la escuela Ennead, una institución que contaba con pre escolar, primario, secundario y si el alumno tenía suficientes calificaciones, una de las pocas becas en la universidad de la misma institución.

(Aun no poseía el deseo de recordar que dicha universidad quedaba en otra ciudad, bastante alejada de donde vivían actualmente.)

La escuela era bastante accesible con lo que ganaba. Los primeros años sería fáciles con su nuevo sueldo gracias a su ascenso por lo que no habría problemas en eso, al menos por un tiempo, y para cuando llegara dicho tiempo, esperaba ya tener otro empleo o, bien, estar en otro campo de trabajo.

Pero sucedía el caso contrario con la casa, que actualmente se escapaba de su presupuesto, lo que era una pena. Aunque si recordaba un pequeño detalle quizás podría adquirirla y es que una vez llegara a los veintidós años podía reclamar la herencia que le dejaron sus progenitores en su testamento.

Sin embargo había un pequeño temblor en él al pensar en tener que ir a demandar dicha herencia.

Por un lado era su derecho –sus padres biológicos habían dejado todo para él, para que estuviera protegido– por el otro ¿y si eso significaba volver a enfrentarse a su ex familia? ¿Podría con eso? Por mucho que le desagrade, conocía a Osiris como para saber que no le importaría mucho que un pariente extraño dispute algo, ignorándolo a favor de concentrarse en su carrera de empresario (en otro país. Gracias a cualquier deidad, estaba en otro país muy lejos de él.) Pero Nut, Isis y Nephthys eran otra historia y ciertamente le aterraba tener que encontrarse con ellas.

Quería dejar su pasado atrás –su trauma detrás– y ese trío solo lo traería al presente, exigiendo y exigiendo respuestas que él ni quería ni tenía que dar.

Así que si bien una parte suya entendía que debía llamar a un abogado y conseguir una cita, la otra tenía deseos de ignorar todo y fingir que nada de eso existía...

Pero la casa era perfecta con dos habitaciones, un garaje, un pequeño ático, un baño y una cocina comedor.

Era ideal para dos, para Anubis y él, e incluso tenía un mini patio trasero. ¿no sería bueno para su hijo poder disfrutar del aire fresco y de una buena educación?

Dejó la revista a un lado, poniendo su cabeza en sus manos, masajeando su cuero cabelludo.

Dejaría ese dilema para luego.

—Papá ¿bien?— la vocecita de su cachorro lo sacó de sus pensamientos. Inhaló y exhaló hondo, asintiendo ante la mirada infantil preocupada. Sonriendo suavemente, alzó el pequeño cuerpecito para acomodarlo en su regazo, tomando el peluche de gatito para jugar con él, fingiendo ser un gran león deseoso de hacer cosquillas.

Era un juego más que tonto, pero Anubis reía y reía, olvidando lo anterior fácilmente.

Tal vez deberían salir un momento, a algún lugar.

Después de todo eran sus primeras vacaciones desde que su niño había nacido ¿no sería buena idea compartirlas con él?

Siguió el juego un poco más, hasta que su bebé estaba rojo de reír, y luego se levantó para dirigirse a la habitación.

Hoy sería un día de salida entre padre e hijo.

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Las calles no estaban tan alborotadas como hubiera imaginado – lo cual era bastante conveniente. Llevar y, a la par, ayudar a un niño pequeño a caminar era un poco difícil cuando habían miles de transeúntes en cada esquina – por lo que no tardaron tanto en llegar a la nueva feria infantil que había sido inaugurada recientemente.

Ver los grandes ojos oscuros de su hijo abrirse en tremenda sorpresa valió todo el problema que fue llevarlo, bajarlo, llevarlo, bajarlo y así sucesivamente hasta llegar a destino.

Pagó los boletos para cada uno.

—Ahora Anubis ¿dónde deseas ir? —preguntó a su cachorrito, quién inmediatamente señaló el trencito que daba vuelta por todo el parque. No era una atracción particularmente aburrida y él podía subirse, por lo que solo se dirigió a la fila, esperando su turno.

No fue tan aburrido como esperaba – de hecho la forma en que Anubis señalaba cada pequeña cosa lleno de entusiasmo valía mucho la pena – pero definitivamente prefería las atracciones más rápidas.

El siguiente juego, otro que fue decisión del príncipe en sus brazos, fue el carrusel. Él no iba a subirse a esa bobería, aun le quedaba algo de dignidad, pero el niño en sus brazos pensaba otra cosa.

Por lo que cuando llegaron, en vez del caballito, lo dejó en un asiento –que simulaba una carroza de cuentos de hadas– con el cinturón que – gracias a los cielos – estaba previsto para niños pequeños. Sea de paso, le tendió su peluche para que no se asustara y luego el juego inició.

Quizás hubiese sido mejor subirse o eso pensó luego de repetir cinco veces el mismo saludo cada que Anubis lo veía al pasar.

En cuanto bajó lo llevó a la zona de descanso, no queriendo que se enfermara.

Acarició sus cabellitos oscuros, oyendo los balbuceos alegres del menor al contarle toda su experiencia como si él no hubiera estado allí, viendo. Era muy divertido si era honesto.

El último juego – además del tiro al blanco donde ganó un peluche de serpiente, muy orgullosamente cabe mencionar – fue un especie de carritos que se elevaban cada determinada vuelta. Era claramente para niños considerando lo poco que subían, lo pequeño de los autitos y la cantidad de infantes de la edad de Anubis o solo un poco más grandes que allí estaban.

Así que lo acomodó en uno cuando fue su turno y grabó con su cámara todos los grititos emocionados y alegres que su retoño daba con cada salto. Esto eran recuerdos que buscaría guardar por siempre definitivamente.

Al finalizar el día, le tocó llevar a un agotado cachorro en brazos hasta el departamento, solo despertándolo para darle de comer un poco antes de que volviera a caer rendido.

Sonrió ligeramente al llevarlo a la cuna, mirando detenidamente cada rasgo del pequeño bello durmiente.

Los mechones cada día parecían volverse más y más oscuros, lo cual los hacía más hermosos. La piel ya era pálida como la suya, lo que implicaba que debía tener cuidado cuando llegara el verano y esos ojos...

Estaban tan repletos de amor, inocencia y confianza que solo podía enamorarse cada día más de ellos.

Con sumo cuidado de no despertarlo, colocó el peluche a un lado y procedió a darle un pequeño beso en la frente, oliendo el aroma a bebé que aún permanecía en el infante.

Con todo hecho volvió a la sala de estar observando a la revista en la mesa.

Recordó a su hijo emocionado por todo el viaje, por explorar, por disfrutar del aire puro. Recordó que cada día se iba haciendo más y más grande y pensó detenidamente cual quería que fuera su futuro.

Finalmente llegó a una decisión.

A la mañana siguiente ya había sacado turno con un abogado experto en herencias. 

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