Día 17: Primer Día de Escuela.

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Ahhh, gracias por sus votos y comentarios >w< no saben como me animan a continuar escribiendo. Muchas muchas gracias.
Los personajes son de Mojito uwu

Cinco años.

Cinco años habían pasado.

Cinco años habían pasado desde que su cachorro cumplió su primer año.

Actualmente Anubis poseía seis años y ya había dejado de ser un infante para pasar a ser un niño en todo significado de la palabra.

Atrás había quedado ese pequeño bebé que dormía a toda hora y vivía pegado a su pecho, con los cabellitos suaves como raso, piel de patata y un cuerpecito tan pequeño que cabía perfectamente en sus dos manos sin problemas. Atrás quedaron las miradas confundidas, los pasos torpes, las palabras incoherentes, las frases incompletas, las rabietas infantiles y los cachetitos gorditos y suaves como un pudín. Ya no eran necesarios solamente juguetes grandes ni el círculo de lana roja tejido especialmente para él, ni la cuna, trona, biberones, bañera especial ni la ropa de bebé que una vez eran indispensables.

Ahora Anubis podía jugar con cualquier juguete, sin importar el tamaño o fragilidad de los mismos, porque su niño ya comprendía que no debía llevarse cosas a la boca ni azotar objetos contra el suelo o moverlos muy bruscamente. Ya hablaba oraciones completas –dándose a entender bastante bien – y entendía la mayoría de cosas que se le decían, como el claro "no" o la razón por la cual no podría comprarle ciertos alimentos u objetos. También entendía la cuestión de causa y consecuencia a corto plazo y aunque los castigos no eran sus favoritos – algo de esperar – al menos aun no llegaba a la etapa donde le gritaría que era injusto y que él habría hecho lo mismo a su edad (con suerte esa etapa vendría dentro de diez u once años o, quizás, nunca). La ropa había aumentado en cantidad al igual que los zapatos porque su hijo ya podía moverse con total libertad por donde quisiese y a toda velocidad.

También se había vuelto más alto aunque no lo suficiente como para darle una pista sobre de qué lado de la familia sacaría su estatura final. Parecía muy pequeño aun, pero le faltaba mucho para pegar el estirón, por lo tanto estaba bastante curioso si llegaría a medir lo que él o un poco más. La piel seguía tan pálida como siempre y debía colocarle el doble de protector solar porque Anubis vivía bajo el sol y no quería que quedara como una langosta. Ni hablar de la grasa de bebé que poco a poco se estaba yendo, dejando a la vista unos bonitos pómulos que, en un futuro, serían la envidia de cualquiera. Debía admitir que su parte favorita de los cambios era el cabello oscuro como alas de cuervo, espeso y suave al tacto que, si Anubis decidía dejarlo crecer más, definitivamente tendría unos rizos preciosos que a él no le importaría peinar y, por supuesto, otro cambio que le maravillaba eran sus ojos. Si bien seguían siendo negros tenían un deje infantil que los hacía brillar como un cielo estrellado que combinados con una sonrisa cegadora encantaban a cualquiera.

Hablando de encantar, su pequeño ya encantó a dos niños con los que preferiría que nunca volviera a hablar en su vida.

Como continuó con ese día anual de "llevar a tu hijo al trabajo" (nunca jamás se supo quién le había rayado la cara a Jesuda) Anubis había conocido a la pequeña Hathor. Si bien no le molestaba la niña, su madre si, por lo que – a costa de su paz – aceptó soportar a la mujer con tal de que los dos niños jugaran tranquilos, dentro y fuera del área de trabajo porque, no solo irían a la misma escuela, sino que iban al mismo parque.

Parque donde su cachorro seguía siendo compañero de juego de la mini bestia llamada Horus. Hasta ahora había evitado llevarlo a la casa del mocoso de la misma manera en que había convencido al padre de que, por la distancia, era preferible que tuvieran encuentros en lugares libres porque, seguramente, al ser Horus tan pequeño se asustaría de estar tan alejado de su padre.

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