Día 25: Primera fiesta fuera de casa

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AHHH, muchas gracias a todos por sus comentarios. No saben lo feliz que me hacen y el deseo de seguir con esto que me dan. Muchas muchas gracias ❤️

Tres años habían pasado desde aquel traumático evento y la vida volvió, muy lentamente, a lo que solía ser aunque un poco mejor porque ya no había una nube negra sobre sus hombros.

Despacio había aprendido a confiar en su entorno nuevamente, en las personas que le rodeaban. Si bien todavía prefería guardarse ciertas emociones y secretos, ya no medía sus palabras a la hora de hablar. Las situaciones que creía adecuadas eran compartidas sin mucha cautela, simplemente sabiendo que lo dicho no sería usado en su contra.

Era ciertamente maravilloso poder salir sin estar contando los pasos por temor a dejar un error que permitiera seguirle el rastro, sin tener la necesidad de voltear dos veces la cabeza o comprobar más de una vez si todas las puertas de la casa estaban bien cerradas.

Volver a usar la ropa que le gustaba fue... un cambio interesante. No había notado hasta hace un tiempo que su autoestima actual no era la misma que en el pasado. Al parecer no solo había perdido la confianza en otros y en lo que lo rodeaba, sino también en sí mismo, por lo que volver a usar los colores y las cosas que le gustaban sin sentir que estaba dando una invitación era un cambio más que satisfactorio.

Fue un soplo de aire fresco perder el miedo que le acompañaba constantemente bajo la piel, en menor y mayor medida. Los sentimientos de asco, odio a si mismo se habían disipado con el correr del tiempo y la sensación de ansiedad constante ya era algo casi del pasado.

Ahora le era fácil convivir en grandes reuniones otra vez y aunque aún le tenía reticencia a los alfas, ya no los evitaba tanto como antes. Podía tener largas conversaciones con algunos e incluso ir a almorzar siempre y cuando estuviera acompañado.

Todavía tenía algunos momentos desencadenantes, pero las pesadillas finalmente se habían ido al igual que los ataques de pánico. Se sentía cómodo en su hogar, con su propia piel, con su día a día.

Era todo un giro que nunca había pensado que tendría hasta que llegó a su vida.

Por suerte, no solo era él quien había tenido una transformación completa en comparación con su yo del pasado.

Anubis ya tenía diecisiete años y ya podía llamarse un loto florecido.

En lo físico su cabello había crecido hasta su espalda baja, en bellos rizos suaves y sedosos tan negros como la noche sin luna –exactamente iguales a los de su abuela –, su altura se había disparado hacia arriba, ya pasándole por completo –para la burla de Isis. Ahora era su cachorro quien tenía que ayudarle a llegar a algunos estantes y no al revés. Fue realmente vergonzoso la primera vez que tuvo que pedirle que le ayudara a bajar la bolsa con la comida para Simba porque simplemente no llegaba. –presentaba una musculatura que lo alejaba demasiado del pre adolescente pálido y delgado que una vez fue, especialmente desde que empezó a ir al gimnasio y aunque aún había ciertas partes de su anatomía que definitivamente eran su herencia –las quejas de su cachorro hacia la forma de su cintura seguían dándole dolor de cabeza. ¿Qué demonios importaba si era más fina que la de la mayoría de alfas? ¡Los otros alfas no eran su sangre! – lentamente se estaba volviendo todo un Atem, muy parecido a Geb.

(Pero con ideas más modernas, gracias a cualquier deidad. Lo que menos necesitaba era que su hijo repitiera el mismo tonto discurso de "los omegas son débiles, hay que protegerlos, los alfas son los proveedores" y bla, bla, bla.)

En lo emocional, por fin había recibido el visto bueno del psiquiatra y la terapeuta.

En palabras propias de él, las ideas suicidas se habían ido por completo junto a los pensamientos de autolesión. Si bien aún se sentía un error debido a su concepción, ya no sentía culpa por asociación.

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