Día 3: Primer baño

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los personajes son de mojito <3

— ¿Y esto es realmente necesario? —preguntó con un deje de duda, abrazando más protectoramente a su cachorro contra su cuerpo, viendo la bañera especial para bebés con tremendo odio.

El cordón umbilical de su pequeño bebé se había caído hace cuatro días, lo cual –según la pediatra con la que llevaba control– significaba que Anubis podía recibir su primer baño.

Él no estaba tan seguro de esa afirmación.

Pueden decirle loco, sobre protector o como les diera la gana, pero en su mente mezclar agua y un bebé – específicamente a su bebé que aún no sabía levantar su cabeza o sentarse – era una muy mala idea.

Sin embargo, la anciana del piso 2 tenía otra idea y al verle como un padre soltero, confundido al ver las mini bañeras decidió entrometerse trayendo la de su propio nieto y, a la par, darle una mano con el asunto.

Si fuera cualquier otra persona la hubiera mandado hacia atrás. No aceptaba desconocidos cerca de él, no antes y especialmente no ahora. No quería a nadie en su sitio seguro, cerca de su cachorro y capaz de ser comprado por ese bastardo.

Pero la mujer realmente parecía querer ayudar.

Realmente lo había hecho mucho desde que se mudó al edificio con apenas una cama, una mesa, un poco de ropa y algunas mantas aunque sin nada, todavía, para su Anubis. Ella le había conseguido una mini nevera, ropita de bebé, pañales, juguetes, ese molesto fular...todas posesiones de sus nietos que ya no usaban y que estaban en perfectas condiciones para su propio hijo.

Por lo tanto, a pesar de su renuencia y miedo, le permitió entrar a su refugio, aunque particularmente al baño evitando por todo motivo que se acercara a su nido. Era una beta, no dejaría olor, pero aun así...

—Si lo es. El pequeño Anubis necesita un buen baño después de todo su recorrido al mundo. Debe estar muy estresado, el agua lo relajará. —le miró incrédulo. ¿Estresado? ¿Anubis? ¿Su cachorro qué dormía a toda hora? Si lo hacía estando estresado, no quería saber cómo sería si estuviera relajado. —Ahora menos hablar más acción. El agua está a temperatura justa y tienes ese mameluco de perrito que te regalé ¿no quieres verlo con él?

Eso era jugar sucio. Lo respetaba, por supuesto, pero seguía siendo jugar sucio.

Con mucho, mucho, cuidado se arrodilló en el piso del baño, aun viendo la bañera con odio. Despojó de la batita a su precioso hijo, dándole pequeños besitos en la frente y en esos preciosos cachetitos.

—Pequeño, parece que lo estás despidiendo a la guerra. Si te pones así ahora ¿cómo harás con cada vacuna? —si fuera un gato se hubiera erizado por completo. ¡No quería pensar en agujas pinchando la piel de su niño!

—Calle y solo dígame que hacer — bufó, colocando sus manos en posición, sintiendo el agua mojar sus antebrazos en cuanto colocó a Anubis en ella.

La señora Hassan tomó el relevo, indicándole que fuera él quien acariciara y bañara al infante con el fin de evitar que comience a llorar. No es que creyera que pudiera pasar, Anubis parecía estar en el mejor momento de su vida.

Con lentitud pasó el agua enjabonada por el pequeño cuerpecito de su nene, asegurándose de limpiar cada pliegue, cada pequeña parte que necesitaba extrema atención. Lo último que quería es que su criatura sufriera por su culpa.

En pocos minutos el bebé dormía relajado, a la misma vez él lo envolvió en una toalla, volviéndole a colocar con seguridad contra su pecho. Soltó un suspiro de alivio, besando los cabellitos oscuros.

— ¿Vio qué no era tan difícil? Ahora toca la hora de relajación. En lo que quitó todo esto, puedes ir a mimar al pequeñín a tu habitación.

No se lo tuvieron que decir dos veces.

— ¿Quién se cree para decir que no era difícil? ¿Y si te caías? ¿Qué haría papá? —mencionó en refunfuños, pasando cremita para bebé por toda la piel blanquita del menor. —Ni siquiera te mueves. Duermes todo el día y lo único que te ensucias lo puedo limpiar sin esa trampa mortal ¿a quién se le ocurrió meter agua y bebés de menos de seis meses en la misma oración? — dejó las lociones a un lado, colocando el pañal y, finalmente, el bonito mameluco de perrito que se moría por probar en Anubis.

Tal cual lo imaginaba ¡Se veía adorable!

Besó la pequeña naricita con cariño.

Al menos el primer baño sirvió de algo.

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