Día 8: le sale su primer diente

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Todos los personajes son de mojito nwn. Gracias por los votos y espero algún día recibir un comentario *ojitos de cachorro*

Apenas estaba abriendo la puerta luego de otro día de trabajo – otro día de aguantar a Jesuda y a su nueva cliente, la modelo y empresaria Ra – cuando escuchó los suaves gimoteos y sollozos de Anubis.

No eran los mismos de aquel día de enfermedad, no, pero eran unos que conocía a la perfección por haberlos vivido antes y que seguiría viviendo hasta que su niño tenga, mínimo, tres años.

Con calma entró en su departamento, buscando con la mirada a su pequeño paquete de luz y al mocoso que lo cuidaba por las tardes.

—"Vamos Annie ¿qué sucede? Ya he hecho de todo ¿extrañas a tu papá? Él ya vendrá." — Tuvo un ligero tic ante el apodo. No era mucho de su agrado, él le había puesto Anubis a su hijo porque le gustaba el nombre y no estaba apreciando demasiado que la gente insistiera en recortarlo o cambiarlo.

"Any, Annie, Bis" realmente le estaban colmando un poco la paciencia.

Anubis era el dios de los muertos, sí, pero también era el encargado de dar nuevas vidas y nuevas oportunidades en la reencarnación. No solo era el símbolo de la muerte – del juicio a las almas, de la guía de almas perdidas y desamparadas – sino también un símbolo del renacimiento, de un nuevo comienzo en blanco.

Eso era lo que Anubis representó para él luego de todo el calvario que sufrió.

Una nueva vida, un renacer del dolor.

Anubis le había dado fuerzas y esperanzas luego de la traición de Osiris, luego de meses de sentirse sucio, humillado y asqueado consigo mismo, enojado y deseoso de vengarse.

Anubis no solo era su corazón, su pequeña luz, sino que también era su motivo para seguir, la razón de su nuevo comienzo.

Por eso los apodos que no eran genéricos – como "cachorro" "bebé" "pequeñín" – le estaban llevando al límite de su paciencia.

Lo entendería de niños pequeños, sobre todo el día en que su hijo entrara al preescolar – después de todos los niños pequeños tenían problemas para pronunciar nombres "complicados" y les era más fácil acortarlos – pero no de adultos que sabían hablar a la perfección y conocían su disgusto por las acotaciones al nombre.

—Mocoso, dame a Anubis. —exigió. El pobre niño se veía desesperado porque su cachorro seguía inquieto e hipando.

Por suerte los sollozos lastimeros se detuvieron en cuanto lo vio.

A Khnum no se lo tuvieron que decir dos veces. De inmediato le pasó a su bebé en brazos.

En cuanto lo cargó, Anubis se le pegó como un koala a un árbol, frotando su naricita en su camisa en un intento de captar más su olor.

Con todo su pesar, emitió su aroma lo suficiente para perfumar a su pequeño a la par que iba a un estante y sacaba el anillo de dentición que había comprado hace unos cuantos meses, cuando el primer incidente había ocurrido.

En cuanto el objeto frío estuvo dentro de la boquita dolida del infante, los ruidos de incomodidad se detuvieron, siendo reemplazados por suspiros felices y miradas alegres.

—Son los dientes. Ya entró en la etapa de dentición, a veces siente mucho dolor, a veces no siente nada, depende. —Explicó, pareciendo aliviar al joven frente suyo. Posiblemente creyó que él estaba haciendo algo mal. —Bueno ¿qué haces aquí? Ya te puedes ir, ahí tienes tu paga—señaló la mesa donde dejó el dinero del adolescente. El mismo solo lo tomó, haciendo un saludo antes de salir.

Rebotó un poco a su hijo en su cadera, oyéndolo balbucear sobre su día con alguna que otra palabra entendible para él.

Esta vez supo de inmediato cual era el problema, pero la primera vez que ocurrió...

Su hijo, en los últimos días, se encontraba realmente pegajoso con él. No dejaba de sollozar si le dejaba mucho tiempo solo o no lo cargaba de inmediato una vez que llegaba a casa.

No comprendía muy bien el porqué de eso, especialmente desde que Anubis había descubierto como gatear, provocando que supiera que el mundo era más grande y que podía moverse para investigarlo.

(Cosa que la primera vez casi le causa un paro cardíaco y que ahora también, considerando que si le perdía la vista por un minuto, su cachorro acababa en la otra punta del departamento, metido en algún lado o haciendo algún pequeño desastre.)

Otro cambio que notó es que prácticamente quería vivir lactando a pesar de que ya podía ingerir algunos alimentos pequeños y blandos. Era casi una norma tener que abrirse la camisa antes y después del trabajo para que su cachorro se saciara y eso podía tomar mucho tiempo, especialmente porque a veces solo lo usaba de chupón que de fuente de alimento.

Hablando de chupón, últimamente se había aficionado mucho a él y no sabía si eso era algo de lo que preocuparse o no. Por un lado estaba el miedo a una malformación dental, por el otro estaba el alivio en la carita de su hijito.

¿Cuál pesaba más?

Como fuese, incluso en su tarde de té – generalmente cuando era la hora de dormir de su pequeño – Anubis se mantuvo pegado a él, durmiendo su siesta en su regazo en vez de en la cómoda cuna que compró hace una semana.

—"Ese niño está muy mimado." —señaló la señora Hassan, bebiendo su té con normalidad. Él asintió, negar lo obvio no serviría de nada.

—"Lo sé. Últimamente se la pasa pegado a mí, a este paso nunca querrá salir del nido, ni casarse, ni tener hijos..."

—"Ahora di eso como si realmente lo lamentaras." —Mostró sus dientes en respuesta ¿no lo habían regañado por mentir diciendo que ese mal hábito se le iba a pegar a su hijo? Él solo era un buen omega y cumplía con lo pedido.

El suave sollozo del cachorro lo sacó de ese recuerdo.

Su bebé se removía en sus brazos, lo que obviamente significaba una cosa.

Con cuidado de no dejarle caer, abrió su camisa, dejando a la vista su pezón. Anubis ya se prendía solo, sin necesidad de que él ayudara en esta etapa de su vida, por lo que simplemente se acomodó, esperando a que se saciara o simplemente se cansara.

Esa idea se fue en el instante en que sintió un fuerte dolor en esa zona tan sensible.

Usando su dedo separó la boquita de su hijo, sintiendo algo...diferente en cuanto tocó las encías usualmente suavecitas.

Mirando mejor, abrió con lentitud los labios de Anubis, notando dos puntos blanco perlado en los lugares donde usualmente no había nada.

Dientes.

A su hijo le estaban saliendo los dientes.

Lo que explicaba cada nuevo cambio.

¿Cómo no se había dado cuenta?

Golpeándose la cara – no de forma literal – fue a la cocina a buscar la cuchara que usualmente usaba para alimentarlo. Mojó la misma en agua helada y la colocó dentro de la boca de su pequeño, viendo cómo se calmaba de inmediato y su ceño fruncido por haber sido interrumpido durante su banquete – era un ceño fruncido demasiado adorable para ser efectivo – se borraba por completo.

Mañana a primera hora iría por un anillo de dentición.

— ¿Sabes? Aún estoy enojado por esa mordida. Nunca pensé que mi propio hijo fuera a traicionarme así. —Esperaba algún tipo de reacción en el cachorro al usar su mejor mirada de muerte. Lamentablemente pareciera que Anubis fuera totalmente inmune a la misma, porque simplemente rió, golpeando con una mano su mejilla mientras que la otra seguía aferrada al anillo. —Ya entendí, no te importa. Ya me lo cobraré en algún futuro. —Aseguró, pero por ahora era momento de ir a la cocina.

El puré de manzana que había dejado en la heladera serviría como buen refrigerio y calmante natural.

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