N/A: Sé que el título debería ser baile pero no sonaba tan bien como creí. Déjenme tomarme mis licencias creativas. Y no hay nada de horror en este, pero ya lo había escrito hace tiempo y no quería desperdiciarlo, que les digo.
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Frank odiaba las fiestas.
Sobre todo las petulantes de la alta sociedad. Las bebidas ridículamente caras, los bocadillos pequeños como si estuvieran tratando de escatimar en gastos, aunque los ingredientes costaban casi lo mismo que un arma de calidad, los vestidos caros de diseñador que cada vez parecían más extravagantes y sin forma, las telas costosas y finas, y sobre todo, la presión social que inculcaban las personas percibidas como élite.
Había ojos juzgones por todos lados, creyendo que la máscara que vestían eran suficiente para ocultar sus expresiones de asco al ver cualquier mínima cosa que no les agradaba, que eran muchas, a decir verdad, barrían con la mirada a cada persona que no creían digna de estar ahí.
Todos lo miraban desde todos ángulos, analizándolo, y descartándolo descaradamente, decidiendo que no era lo suficientemente bueno para estar ahí. Lo suficientemente ridículo.
Su traje era rentado, eso le restaba puntos, su máscara era del mercado, sin pedrería falsa, pues aún tenía algo de dignidad, solo estaba pintada simulando los huesos del rostro. Era apenas un cuarto de su cara lo que estaba cubierto, pero no importaba, ni aunque estuviera todo cubierto dejaría de sentirse desnudo ante la sociedad.
— ¿Frank? ¿Todo bien? — Micro le habló demasiado fuerte a través del audífono en su oído, haciéndole sacar una mueca que intentó disimular comiendo parte de su bocadillo costoso en caso de haber sido visto.
— Aún no llegan — dijo simplemente, mirando de nuevo a su alrededor, esperando un milagro.
— El GPS indica que todavía están lejos y por lo visto, no planean moverse — soltó un bufido frustrado, no quería estar ahí más de lo necesario — deberías mezclarte, habla con alguien, baila, haz un tiroteo, yo qué sé.
— No suena tan mal la idea — dijo cuando una mujer le miró mal a su lado, él sonrió educadamente y se alejó.
— Bueno, tal vez eso último no lo puedas hacer, tienes que pasar desapercibido.
Justo cuando pensaba que la gala más aburrida e insufrible a la que había tenido la desgracia de asistir no podía ponerse peor, una mujer comenzó a caminar hacia él con claras intenciones de invitarlo a bailar.
Era una mujer un poco mayor, de esas arrogantes que creen firmemente que el dinero lo puede todo, probablemente, incluso obligarlo a bailar. Con un vestido brillante ceñido de color negro, con cabello pelirrojo artificial y un maquillaje tan cargado que seguramente su piel estaba gritando por auxilio por debajo de la máscara que solo cubría la mitad de su rostro. Ni siquiera la necesitaba, estaba seguro de que con el maquillaje por si solo ya sería irreconocible.
— Hey, guapo — por supuesto que también era una de esas que intenta hablar como los más jóvenes y, aunque él no entraba ya en esa categoría, podía percibir la intención de lucir jovial.
— Debes mezclarte — repitió Micro en su oído, con clara burla en su tono.
— Hey — respondió con una sonrisa incómoda, esperando que lo notara y se alejara, pero ella seguía batiendo sus pestañas postizas.