Las prácticas sexuales religiosas no eran nada nuevo.
Los faraones encabezaban cada año una ceremonia de homenaje al dios Atum, que consistía en masturbarse a la orilla del Nilo, cuidando que el semen cayera dentro del río y no en la orilla. Su intención era emular a Atum, quien se formó de la nada, tras lo cual se masturbó y de su semen nacieron los dioses que le ayudarían a crear y gobernar el universo. También se cree que había ceremonias religiosas relacionadas con los ritos de la fertilidad que conllevaban la práctica de sexo en grupo.
Los griegos practicaban la pederastia como una forma de introducción de los jóvenes a la sociedad adulta; mientras que en Esparta, se veía como una forma de adiestramiento militar.
Los romanos celebraban los Lupercales, un festival de depravación en el que los jóvenes se iniciaban en las relaciones sexuales.
No era de extrañarse, pero los faraones habían sido momificados, la pederastia ahora es un crimen y las orgías eran algo que él pensaba que solo sucedían en las películas porno.
Estaba equivocado.
Pues cada cabeza es un mundo y el mundo es pequeño.
En realidad no debería ser ninguna sorpresa el haberse encontrado en una situación como esa, sin embargo, aún quería creer que era poco probable y que todo era una mala broma del destino y de su mala suerte.
Aunque por el momento no podía hacer más que quedarse donde estaba, escuchando la depravación de las personas a su alrededor, sintiéndose asqueado totalmente, pero sin poder hacer nada para cambiar su situación.
Él intentaba respetar todas las religiones. En serio lo hacía. Toda creencia, por más bizarra y extraña que fuera, por más improbable y única que sonara.
Pero había una línea que se cruzaba en el momento en que secuestraban personas para obligarlas a tener sexo mientras los demás del culto, porque en definitiva eso era, los miraban y emitían cantos extraños, palabras en un idioma desconocido y leían cosas de un libro que dudaba que tan siquiera tuviera palabras escritas.
Ni siquiera sabía que había salido mal con su plan, pero ahí estaba, atado a una cruz gigante de manos y pies en una burda representación de Jesús, una mofa a su religión y, por si no era evidente ya, solo denotó lo enfermas que estaban esas personas.
Había tratado con terraplanistas, satánicos, magos. Por Dios, una vez habló con un seguidor de la Iglesia de la Eutanasia y ni siquiera sabía que eso existía.
Era como si todo se hubiera fusionado en un mismo culto en las alcantarillas sucias de Hell's Kitchen y él estuviera en el centro de todo. Desde los faraones y sus orgías hasta los sacrificios de las culturas mesoamericanas a dioses con plumas.
Y por si no fuera poco, no estaba solo ese día y sabía que su compañero no tardaba en llegar. Lástima que el compañero era El Castigador, lo que eso significaría tener a Frank Castle entrando por las puertas en cualquier momento con alguna granada o disparando como loco solo para encontrarlo atado, semidesnudo en una cruz y jamás lo dejaría olvidarlo.
Eso no pasó.
Frank entró tomado por ambos lados por algunos hombres y fue rápidamente lanzado dentro del círculo.
— ¿Esto es parte del plan? — le preguntó en voz baja y pudo sentir la sonrisa burlona de Frank al aire.
— Ya no hay un plan, rojo — eso era mentira, los latidos de su corazón se lo decían y Frank lo sabía, por lo que le dedicó una pequeña sonrisa.
Acababa de marcar su sentencia sin saberlo, pues todos acababan de detenerse a su alrededor. Los cuerpos sudorosos y jadeantes respondían ante la desesperación, pero también había algo ahí. Una sorpresa y devoción en sus corazones en ese momento.