Frank no puede dormir, no cuando todo en su departamento está oscuro y las luces neones entrando por su habitación la iluminan y de repente hay ojos por todas partes, mirándolo.
Siente que cada cosa en su cuarto está a punto de devorarlo y no puede evitar hacerse bolita en su cama mientras las mira fijamente y recuerda cómo se sentía ser un niño pequeño, asustado por la obscuridad, y por eso mismo se niega a dormir con la luz prendida.
Pero hay algo en ellas, algo que no está bien.
Las sombras no se mueven a voluntad propia, pero hay una que lo hace, la ha visto. Pero no puede hacer nada cuando es él mismo. Simplemente, no puede deshacerse de ella.
Y no quiere dormir, no quiere cerrar los ojos, porque entonces el juego eterno de huida y persecución se acabaría.
— Frank, esto no está bien. Debes dormir, tu cuerpo lo necesita. Y deberías comer mejor, estás empezando a perder peso... — Frank deja de escuchar después de eso, es lo mismo que todas las personas le dicen, a él no le importa, está convencido de qué hay algo mal con él. Dentro de él.
— ¿Hablaste con él? — pregunta cuándo por fin deja de hablar. Adora a Amy, pero cuando su cabeza duele tanto como en esos momentos, cualquier sonido más allá de su respiración le parece estresante.
— No sabe nada — por supuesto que el maldito Strange no sabría nada, estaba casi convencido de ello, pero debería haber algo.
Se negaba a creer que se estaba volviendo loco, pero por más almohadas que había cambiado creyendo que había algún animal salido de un cuento absorbiendo su energía, no había nada, por más veces que volteó su colchón, por más que los destazó para ver si había algo, una vez más, no hubo más que relleno, por más pastillas que tomó, por más que lo intentó. Había algo, estaba seguro.
Pero no podía correr de ellos. Estaban vigilándolo desde algún lugar.
— Gracias — dice intentando sonar como mínimo, amable.
Le dispara a la pared, completamente desesperado y cansado. Quiere dormir, pero tampoco quiere bajar la guardia, así que solo da dos disparos más antes de seguir limpiando sus armas.
Le da a su sombra y no sabe si le ha hecho daño, pero espera que sí.
No lo soporta más y termina cayendo dormido una noche que regresa de Brooklyn, el metro es frío y sucio, pero nadie le va a reclamar cuando todos regresan en su misma situación, cabeceándose en los asientos incómodos.
No hay muchas personas de igual forma y es época de Halloween, por lo que no le importa que lo vean bañado en sangre y con su uniforme de castigador. Todos creerían que es un disfraz muy convincente. Lo sabe porque se lo acaban de decir.
Pero es tarde, es el último tren de regreso a su ciudad y piensa, ilusamente, que no se atreverán a hacerle algo en público.
Y lo hace, sin descansar y sin soñar, pero por lo menos se siente bien el poder cerrar los ojos e internarse en un mar negro de nada sin sentirse aterrado.
Aunque lo está, y no puede evitar que ese instinto de supervivencia se active de vez en cuando, interrumpiendo su tan ansiada siesta, por lo que se encuentra parpadeando muy lentamente entre sueños.
Y comienza a verlo.
Viene desde el otro lado del tren, se acerca lentamente, con cada parpadeo.
Al principio es solo una sombra causada por las luces del vagón, se mueve lentamente e incluso la llega a ver sentada en uno de los asientos. Esperando.