19: Obscuridad.

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— Rojo... — escuchó la voz inconfundible de Frank subiendo por las escaleras e inmediatamente pudo sentir que algo andaba mal.

El cómo arrastraba sus botas al caminar, su respiración pesada, y su cuerpo de por sí magullado, pero que ahora podía percibir peor, si es que eso era posible. Al menos no olía sangre y no escuchaba huesos rotos.

Pero había algo. Quizás eran hormonas extrañas, él no era un doctor a final de cuentas, quizás algo en el aire o en su aura que lo acompañaba, puede que solo fueran ideas suyas, pero no pudo evitar preocuparse.

— Rojo — dijo el pelinegro, al abrir la puerta con mucho esfuerzo, era tan lento, más que en su estado normal de conmoción y eso solo lo alertó más.

Sus palabras, es decir, su aviso de que todo estaba bien y que pronto se iría, como si él no lo supiera ya, había sido interrumpido por un mareo y desequilibrio que casi sintió como propio. No dudó un segundo antes de acercarse y ayudarlo a ponerse de pie.

Todo estaba aparentemente bien. Nada de huesos rotos, un par de rasguños y moretones que tardarían en sanar, pero nada fuera de lo común. Tierra, polvo, pasto y pólvora, era su aroma usual, y todo parecía estar en orden, claro, a excepción de su cabeza, que al parecer lo tenía tan mareado.

El diagnóstico que los años de experiencia le habían concedido el derecho de saber, le indicaban que era una conmoción. Terriblemente peligroso, pero algo a lo que ya estaban acostumbrados, aunque por lo mismo conocía bien los síntomas.

Y no había nada que lo indicara.

— ¿Qué te pasó? — preguntó, sumamente preocupado, mientras prácticamente lo cargaba hasta el sillón.

— No me siento muy bien — murmuró restregando su mejilla contra la suya, como si fuera un gato, y eso solo lo hizo preocuparse más.

— ¿Qué sucedió? — repitió, mientras se agachaba frente a él para analizarlo.

Lo recorrió con sus manos, por el rostro, sus brazos, sus piernas en busca de algo que le indicara que era lo que estaba mal con él.

Frank solo se quejaba, casi como si su tacto quemara, aunque no había pruebas físicas de que estuviera haciéndole daño y solo pudo alejarse y mirarlo con el ceño fruncido.

— Creo que fue una bruja — comenzó a explicar mientras se reclinaba sobre sí y tomaba su estómago, como si le doliera demasiado — dijo algo sobre qué la obscuridad que vendría por mí.

Una bruja, por Dios, ni siquiera sabía que eran reales hasta ese momento, ¿cómo se suponía que se enfrentarían a eso?. Se levantó rápidamente, tratando de recordar dónde había dejado su traje.

— ¿Dónde? — preguntó con el ceño fruncido, y Frank supo inmediatamente para qué quería saber esa información. Solo negó con la cabeza.

— Ya hay alguien en eso — no era la respuesta que quería oír, pero era lo único que iba a recibir. Estaba dispuesto a buscar un cojín para tenerlo más cómodo, pero el pelinegro lo tomó del brazo, impidiéndole moverse y lo miró inútilmente con súplica — quédate.

— ¿Qué pasa? — Frank estaba actuando fuera de sí, pero era comprensible debido a la situación. Eso no quitaba que le extrañara.

— Tengo frío — murmuró, y entonces entendió por qué el otro se doblaba sobre sí mismo, tal vez no era algo que exactamente le doliera, aunque evidentemente estaba, cuando menos, mareado.

— Estás hirviendo — puso su mano en su frente y frunció el ceño, el otro solo lo esquivó y bufó.

— Es que te ves muy sexi — dijo con una sonrisa, apenas era un levantamiento en sus labios y no pudo hacer más que suspirar

Horror Kinktober 2022 [Fratt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora