La profecía del calendario maya marca una fecha para el inicio de una nueva era cósmica: el 21 de diciembre del 2012.
La tradición cristiana, por el contrario, establece que el fin del mundo no tiene ni día ni hora.
En los últimos años, gracias al ascenso de la cultura pop, se comenzaron a popularizar teorías más relacionadas con armas nucleares y el Apocalipsis zombi en un futuro cercano.
El mundo no acabó en el 2012, no había trompetas sonando entre las nubes, aunque, ciertamente, algo se estaba rompiendo en el cielo.
Quizás la última teoría era la más cercana a la realidad, pero aun así, no era del todo correcta.
Esto iba más allá, y quizás, solo quizás, había una pequeña posibilidad de que ni siquiera fuera el fin del mundo, pero se sentía como el Apocalipsis para todos ellos.
Sobre todo para Matt, cuando pudo sentirlo acercándose desde el fondo de la tierra o del más allá.
No sabía exactamente decir lo que era.
Fue como despertar de una pesadilla para entrar a otra, como estar en el ojo de un huracán mientras seguía con su vida en la seguridad de su hogar, como un hormigueo debajo de la piel cuando algo no está bien.
— ¿No sientes cómo que algo malo va a pasar? — dijo cuando salió de su habitación, aún bostezando después de su pequeña siesta antes de salir a patrullar, aún estaba algo adormilado, pero el olor a comida recién hecha en la cocina lo mantenía de pie.
Incluso ya estaban cambiados y listos para salir, su casco estaba sobre la encimera, probablemente Frank lo había puesto ahí para salir rápido después de cenar.
— Tal vez llueva al rato — respondió Frank, seguramente mirando el cielo a través de la ventana. O al menos lo que se alcanzaba a ver, por lo que le habían dicho, su departamento no tenía una vista espectacular.
— No me refiero a eso — ladeó su cabeza, escuchando atentamente cualquier mínimo cambio en la ciudad.
Pero no parecía haber nada.
Frank se acercó y dejó un beso en su mejilla, dejando su rastro de olor a pintura y pólvora, seguramente ya estaba listo para salir esa noche. Eso era extraño. No el olor a muerte y aceite, sino el beso. No es que Frank fuera ajeno a las muestras de afecto físicas, pero no era algo que sucediera seguido, mucho menos de forma espontánea, era más algo que tenían que construir minutos antes con palabras y roces accidentales.
— Tal vez era eso, ¿de repente eres cariñoso? — Frank no dijo nada, solo deslizó su plato frente a él y se sentó a su lado, comiendo su propia cena.
— El niño araña llamó — Matt soltó una pequeña risa, era eso — dijo que necesitan ayuda con algo.
— ¿Thanos? — Frank asintió y pudo escuchar su corazón acelerarse, muy probablemente con nervios ante lo que él pudiera decir.
— Sé que no es nuestra área de trabajo, pero... — sabía lo que seguía. Frank no quería dejar a Spider-Man solo, lidiando con un trabajo así cuando era tan joven.
Él se sentía de la misma manera, y estaba a punto de aceptar, en serio lo iba a hacer, hasta que comenzó el pánico en las calles.
Pudo sentirlo, ardiendo por toda su piel, podía escucharlos, todos ellos desapareciendo, desvaneciéndose en el aire. Gritos de personas en todos lados, llamados, nombres, eran tantos latidos, volviéndose polvo en el aire sin poder contenerlos.
El sonido del corazón de Foggy desvaneciéndose en el aire, y no solo el suyo.
Su mano encontró instintivamente la de Frank a su lado, ambos estaban de pie, no supieron en qué momento, pero solo se tomaban de las manos, temblorosas con temor de desaparecer.