— Te llevo a casa.
— Yo puedo solo, Jess — la peli negra lo miró con desaprobación hasta que terminara de pronunciar su nombre — sica...
— Te llevaré a casa — dijo mientras lo tomaba del brazo, lista para obligarlo a caminar, sin embargo, Matt solo hizo un berrinche y se negó a avanzar.
— Yo puedo solo. No estoy tan borracho — dijo acomodándose los lentes en su lugar.
Sus mejillas estaban sonrojadas, su corbata desatada y en algún momento su bastón se había pedido en alguna parte del bar, quizás junto a la mesa de billar donde había perdido una buena cantidad de dinero o tal vez, en el baño donde había estado besando a una mesera.
— Se supone que yo soy la que siempre está ebria — lo volvió a tomar del brazo mientras se quejaba entre dientes por haberlo invitado a tomar después del juicio que había ganado y después de que el maldito Clint Barton hubiera terminado con él.
— Hoy no — dijo con una sonrisa, Jessica le agradaba, era una buena amiga, pero sus problemas con el alcohol a veces salían contraproducentes — por favor, mi departamento está cerca.
— Tu departamento está en otro estado, Matthew — le regañó con un suspiro frustrado.
— Oh — es todo lo que dijo, antes de dejarse arrastrar por su amiga por las calles desconocidas, sintiendo de repente un miedo inexplicable al estar solos en otro estado — ¿por qué no estamos en Nueva York?
— Juicio de los vengadores.
— Ellos están en Nueva York.
— Son idiotas, se meten en problemas a cada lugar al que van — es todo lo que dijo mientras se encogía de hombros.
Caminaron, por varias cuadras o quizás fueron solo un par de calles, no podía saberlo, estaba totalmente desorientado de repente, por lo que se aferró al brazo de su amiga fuertemente como un niño perdido, girando su cabeza y tratando de estar alerta a cada sonido, con un mal presentimiento en el pecho.
Era tranquilo, pero no sabía dónde estaba, solo había árboles grandes, clima tropical, tanto que casi podía sentir la sal en su garganta, con aire cálido y limpio. Todo era tan distinto y de repente estaba aterrado.
— Gracias por estar aquí, Jess — recargó su cabeza en su hombro, dejándose llevar mientras escuchaba como la otra tragaba fuerte y asentía.
Recuerda vagamente haberle pedido compañía en caso de que las cosas se pusieran feas con los vengadores, también recuerda que lo rechazó, pero aun así, ahí estaba.
Cuando la calle se comenzaba a asemejar más a una carretera y a hacerse más ancha, cuando los carros pasaban a su lado casi tan rápido como una bengala, escuchó, muy a lo lejos, a un hombre silbar. Dejó de caminar, ganándose un gruñido por parte de su amiga, quien lo seguía animando a avanzar con ligeros golpes en su brazo aún entrelazado.
— ¿Escuchas eso?
— Genial, ahora alucinas — murmuró con fastidio — no, no escucho nada.
— Hay alguien ahí — el pelirrojo se comenzó a alejar, caminando casi tan derecho como si estuviera sobrio y para cuando Jessica se dio cuenta, ya había abandonado la carretera.