Capitulo 26

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HENRY

Camino unos cuantos pasos y la dejo sentada sobre mi escritorio, colocándome entre sus piernas, con un movimiento ágil desabrocho su sostén y tengo frente a mí la perfecta vista de sus hermosas tetas.

Sé que me vuelven loco, lo siento.

Mi mano va a una de ellas mientras juego y pellizco su pezón, mi otra mano se cuela por debajo de su falda, acariciando la zona, rozando mis dedos sobre su braga de encaje, torturándola lentamente y deleitándome con los jadeos bajos que emite. No puedo esperar más y un dedo se cuela en su interior para acariciarla lentamente.

-Oh dios Henry- Gime cuando toco su clítoris hinchado y húmedo.

-Estas tan mojada- Pronuncio mientras me separo un poco de ella para observar sus gestos cuando deslizo un dedo en su interior.

Busco su boca como un desesperado mientras ella mueve sus caderas inconscientemente, saco mi mano de su interior y me llevo los dedos a la boca saboreándola. Ya no puedo esperar más, rompo sus bragas y cuando me bajo el cierre del pantalón junto al bóxer para liberar mi dolorosa erección y hundirme en ella sus ojos negros me miran quemándome.

-Henry...

Abro mis ojos sobresaltado... ¿Acabo de tener un sueño erótico con ella?

Miro al costado de la cama y veo a Vanessa dormir profundamente, son las seis y yo ya sé que no podré volver a dormir, básicamente porque me siento ofuscado y caliente como la mierda. Esto no debería estar pasando, no debería ponerme así por ella, esto debería pasarme por la mujer que duerme a mi lado.

Me meto a la ducha tratando de conseguir una paz mental que hace días no tengo, llegamos de Londres hace dos semanas, recuerdo este pent house, pero no se siente para nada como mi hogar, nada aquí me hace sentir como un matrimonio que está construyendo una vida juntos. Se siente más bien como si nunca hubiera dejado de ser mi departamento de soltero.

Resoplo frustrado porque me cuesta estar en este lugar y me cuesta mucho estar con ella, ya ni siquiera me digno en darle una excusa para no tocarla como hice los primeros días sintiéndome como la mierda.

Además, no puedo sacar a Amalia de mi cabeza y eso está matándome porque no debería siquiera pensar en ella de esa forma, pero no puedo evitarlo y no entiendo por qué. Tampoco entiendo esta necesidad tan fuerte de verla o hablar con ella.

Termino de ducharme y me pongo un traje sin hacer mucho ruido para no despertar a mi esposa y así poder salir al lugar donde paso la mayor cantidad de horas de mi día... mi estudio. Vanessa me dijo que trabajamos juntos, que ella es mi asistente y mano derecha pero que se tomaría unos días para organizar unas cosas de la casa y pendientes que le quedaron de antes de viajar.

No discutí ni me opuse, porque eso evita que pase tiempo con ella allí también, prefiero estar solo porque mi humor está demasiado cambiante y me siento perdido, aturdido y vacío. Siento en lo más profundo como si algo me faltara, como si hubiera algo que me completa y no esta.

Es absurdo, lo sé, pero todas esas emociones fluctúan en mí y golpean más fuerte al no recordar nada, al no poder ponerle nombre a las sensaciones que a veces me agobian o las imágenes que cada tanto me llegan.

No las entiendo y no las puedo ubicar.

Me subo al auto y manejo sin un rumbo fijo exacto y luego de una hora de estar dando vueltas termino estacionado frente a la puerta del Presbyterian. Media hora después la veo llegar, averigüe donde trabajaba cuando llegue, pero hasta hoy nunca había venido y debes ser porque en este momento me siento como un maldito acosador.

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