Extra

919 47 5
                                    




HENRY

-Me veo como una pelota inflable! - Amalia llora frente al espejo como cada vez que debemos ir a un evento, comenzó sutil, primero fue me siento más hinchada, luego nada me entra y ya entramos en la fase de la pelota inflable.

-Mi amor... te ves increíblemente hermosa- Le susurró al oído mientras le acaricio el vientre, entiendo que se sienta insegura porque su cuerpo ha cambiado, pero si pudiera verse a través de mis ojos no dudaría un segundo. Ella es la mujer más hermosa de mi vida y el embarazo solo acentuó más su belleza. Además, lleva a la segunda personita más sagrada para mí.

Mi niña.

Nos enteramos que iba a ser una niña al cuarto mes de embarazo, al principio queríamos que fuera sorpresa, pero la ansiedad de Amalia gano y en una ecografía nos dieron tamaña noticia. Hoy esta de ocho meses y una semana y cada día se siente como que en cualquier momento debemos salir corriendo al hospital.

Aun no tenemos nombre, hay algunos dando vuelta, pero preferimos decidirlo el día que ya la tengamos en nuestros brazos.

-No me mientas Henry, este vestido me queda horrible- Me dice haciéndome un puchero por demás adorable y al que no me resisto en besar.

-Quieres que nos quedemos?

-Como nos vamos a quedar- Suspira y vuelve a mirarse al espejo- Es una fiesta en tu nombre, te van a dar premio.

-Mi amor, lo único que me importa eres tú y si no te sientes cómoda no vamos y ya- La tomo del rostro- Es solo una fiesta que no se va a suspender si no voy.

-Me siento cansada- Me dice casi llorando- Me duelen los pies.

Le sonrió y la beso. Amo tanto a esta mujer.

-Vamos a descansar entonces.

-Que haces? - Chilla cuando paso mi brazo por sus rodillas y la alzo para llevarla a la cama.

-No es obvio- Digo levantando una ceja, vuelve a llorar. Amalia está demasiado hormonal este ultimo trimestre. Pasa de un estado a otro con una facilidad que me asusta.

La dejo en la cama y le quito el vestido, le acomodo una almohada en la cabeza y me quito el saco del smoking para arremangar mi camisa. Tomo mi teléfono para avisarle a Thomas que no iremos y busco un aceite relajante en el baño.

Una vez tengo todo listo pongo un poco de aceite en mis manos y comienzo a masajear desde sus muslos hasta sus pies donde pongo más atención, suelta un jadeo de alivio y ese simple sonido me eriza la piel, este último mes no hemos tenido sexo y la necesidad de ella me pasa factura.

Veo como comienza a relajarse hasta que se queda dormida, le pongo el almohadón entre los brazos que usa para dormir y me levanto a lavarme las manos. Me miro al espejo y yo también me siento cansado.

El embarazo de Amalia ha sido hermoso, pero ha tenido sus momentos, recuerdo el primer trimestre que no podía dejar de vomitar, incluso bajo mucho de peso y me llego a preocupar. La doctora dijo que era normal y le receto unas vitaminas.

El segundo trimestre sus hormonas se dispararon a las nubes, casi me sentí usado sexualmente. Soy hombre y no es queja, pero esos meses me agoto, era como si nunca se cansara. Lo ame, lo hacíamos en todas partes todo el tiempo.

Amaba verla gozar y retorcerse de placer.

Amalia simplemente brillaba, y cada curva de su cuerpo se acentuaba más y más a medida que los meses pasaban. Decidí fotografiar cada mes de gestación y no puedo estar más maravillado siendo testigo de cómo cambio su cuerpo, volviéndola aún más hermosa.

Our Love StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora