Extra V

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-Henry! ¡No te muevas! - Replique por tercera vez riéndome.

Estaba sentada a horcajadas en el baño del cuarto porque me ofrecí, bueno lo obligue a afeitarse la barba y yo sería la encargada de hacerlo.

-Sabes desde cuando no me afeito? - Negué mientras ponía espuma en mi mano.

-Claro que lo sé, vivo contigo recuerdas- Puso los ojos en blanco.

-Tan mocosa insolente como siempre.

-Tu déjame a mí, te va a quitar varios años de encima- Me miro y frunció el ceño.

-Me estas llamando viejo? - Me reí y me limpie las manos mientras tomaba el rastrillo, Henry podría verse de cualquier manera menos viejo, a sus cincuenta y cuatro seguía viéndose como un maldito adonis que hacía que las mujeres babearan cada vez que lo veían.

-Puedes quedarte tranquilo de una vez? - Deslizo las manos por mis piernas desnudas y asintió- ¿Seguro? Te dejo que lo pienses, después no te puedes arrepentir.

-Hazlo Amalia- Sonreí, me acomode los lentes y me incline. Deslice el rastrillo sobre su barba en el sentido que crece el vello, después de un rato de concentración extrema por miedo a cortarlo, lo mire sonriendo- ¿Quieres dejarte el bigote?

-Cómo crees que me veré con él? - Seguía acariciando mis piernas cada vez más arriba.

-Caliente como el infierno- Una carcajada inundo el cuarto y me calentó por dentro, seguía tan o más enamorada de él. Comencé a perfilar con el rastrillo cualquier imperfección y luego fui por el bigote. Todo el tiempo su mirada estuvo en mí, en cada uno de mis movimientos, pero no era por si lo cortaba o lo hacia mal, el simplemente me estaba adorando como siempre hacia.

Cuando termine la tarea, le pase la toalla por el rostro para limpiar la espuma que quedaba y cuando termine sonreí.

El resultado era espectacular.

Henry con bigote daba vibras de villano de películas.

Lo bese con todas las ganas, deslizando mis manos hasta perderlas en su pelo, el rodeo mi cintura y deslizo su lengua dentro de mi boca. Sus ganas parecían igualar la mías porque sus manos no podían quedarse quitas.

Siempre estaría perdida por este hombre.

Estábamos en Italia, nos habíamos tomado unos días para venir por primera vez solos a festejar nuestro aniversario. Era raro de golpe estar sin los niños, pero lo necesitábamos, hace casi cuatro años habíamos atravesado nuestra crisis más fuerte desde que nos casamos.

Nos separamos un tiempo que Henry se fue de casa, todo era un caos en ese momento, estaba cansada, frustrada y me sentía sola. Henry trabajaba sin parar y a mi todo se me hacía cuesta arriba sobre todo porque había asumido un nuevo cargo.

No estábamos bien y descubrir que estaba embarazada lo revoluciono todo aún más, esa noticia me aturdió, pensé por muchos días que hacer y cuando finalmente se lo conté me di cuenta que ambos éramos conscientes de que no estábamos bien y que traer un hijo en una situación así no era lo mejor para nadie.

Decidí no tenerlo y él me apoyo en todo, incluso cuando fui a comprar la pastilla. Ese día Lini se quedaría con Thomas para poder estar solos en ese momento, llore mucho y el también, teníamos razones para hacerlo, pero eso no hacía que doliera menos.

A ese punto creía que ni siquiera mi matrimonio sobreviviría.

Me equivoque.

Nos equivocamos.

Our Love StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora