IX. SECRETO

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Desde temprano se encontraba irremediablemente despierto y sumido en sus pensamientos. A pesar de haberse acostado bastante tarde la noche anterior, aún no podía creer lo que había hecho. Nunca imaginó que alguien tan frívolo, egocéntrico y poco amistoso como Sasuke correspondería a sus sentimientos. Aunque él no le había dicho en voz alta que sentía lo mismo, tampoco lo había rechazado. En realidad, no le molestaba la forma en que él mostraba cariño, e incluso lo encontraba encantador.

No se arrepentía de nada de lo que había hecho. Estaba completamente feliz y se preguntaba si todos los Alfas que mordían su pareja se sentían de esa manera. El sentimiento era indescriptible y efusivo.

Su celo todavía estaba presente, aún se encontraba en el tercer día. Su ansiedad era notablemente más intensa y podía asegurar que se sentiría peor si no hubiera marcado a Sasuke. Sin embargo, el simple hecho de recordarlo hacía que olvidara cualquier síntoma que pudiera incitarlo a cometer algún acto lujurioso.

Estaba seguro de que sus hormonas no se habían equivocado al elegirlo a él como su Alfa. El teme era alguien muy atractivo e increíble, y aunque no sabía mucho sobre su vida, sabía que era una buena persona, a pesar de su falta de demostración de afecto y empatía. Era como si su corazón conociera el de Sasuke a fondo y por eso latiera por él.

Esbozó una amplia sonrisa y se levantó de su cama para dirigirse al baño y asearse.

No tenía planeado salir de su habitación en todo el día, por el simple motivo de que tal vez no podría controlar sus deseos lascivos. Le pediría a Deidara que fuera a buscarle algo de comida, pero ya le mandaría un mensaje de texto después. Ahora solo quería pensar en la felicidad que embargaba su ser.

Sasuke ahora era su Alfa, solamente suyo, y eso lo llenaba de regocijo. No podía esperar para verlo de nuevo; quería admirar su cuello durante horas si era posible, observar esa hermosa marca que lucía gracias a él. Quizás no se vería tan bonita en otra persona, pero en Sasuke se veía perfecta, y la palabra se quedaba corta para describir aquella definición.

Maldecía una y otra vez su celo que no le permitía acercarsele. Cuando él presentara el suyo, prometería no hacerle pasar lo mismo que él estaba pasando.

Una vez que estuvo bañado y aseado, se dispuso a vestirse y aplicarse el spray neutralizador de feromonas, en caso de tener que interactuar con algún Omega.

De repente, se escuchó la característica secuencia rítmica de golpecitos que daba su hermano en la puerta, indicándole que Deidara estaba ahí.

Sin más, abrió la puerta y se encontró con el rubio y su primo pelirrojo, Gaara, quien tenía una expresión poco amigable en su rostro. Afortunadamente, ya no era un problema que Gaara estuviera en su habitación. No le atraía en absoluto su olor y gracias al spray neutralizador, él no podía percibir el suyo.

— Dei, Gaara, hola— Saludó sonriente, dejándolos entrar.

Gaara soltó un notable bufido mientras fruncía el ceño, y Deidara le propinó un pequeño golpe en la cabeza como respuesta a su queja.

— ¿Qué le pasa?— Encarnó una ceja viendo al Omega.

— Llegó su celo hoy en la mañana. Estuviera más insoportable de no ser por los supresores que tomó— Explicó con los ojos entrecerrados. Había tenido que soportarlo toda la mañana.

— ¿Su celo? Gaara... ¿Encontraste a tu Alfa?— Se le iluminaron los ojos.

Su primo también había encontrado pareja, lo cual era increíble. Sin embargo, si resultaba ser un Alfa de malos sentimientos, pervertido o le hacía algo al chico en contra de su voluntad, estaba dispuesto a golpearlo junto a Deidara hasta matarlo.

Mi novio y mi rival (omegaverse) |EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora