XII. INSEGURIDADES

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Ese viernes, Sasuke se la pasó durmiendo todo el transcurso del día.

Naruto agradeció inclemente por ello, ya que la NBA había entrado en comité de evaluación físico y decidió posponer el partido que tendrían con los Uchiha hasta mañana. Tiempo suficiente para que el celo de su Alfa desapareciera.

Había ido a la cafetería a buscarle algo de comer, no permitiría que omitiera su alimentación, sin embargo no pudo despertarlo. Sasuke solo gruñía cada que lo intentaba y lo ignoraba categóricamente, así que se abstuvo únicamente a observarlo dormir.

Cuidaba que absolutamente nada perturbara su sueño y apreciaba cada una de sus facciones y muecas con verdadero interés.

No estaba seguro de si era normal amar a alguien que había conocido hace poco tiempo, pero sentía que amaba a Sasuke más que a cualquier otra persona. Era como si Naruto ya lo hubiera amado mucho antes de poder interactuar con él.

No lograba deducir una respuesta para ello, pero tal vez se estaba volviendo muy dependiente de Sasuke.

La verdad, no le importaba. Su corazón y sus hormonas reaccionaron a él de manera certera y precisa. Sabía que no se habían equivocado en lo más mínimo en escogerlo.

Podía asegurar que quería que Sasuke fuera su única pareja a lo largo de su vida. No necesitaba a un Omega o Beta con el cual aparearse, con Sasuke sería más que feliz.

Su único obstáculo para alcanzar dicha felicidad en su totalidad, era su abuela Tsunade. Tendría que hablar con ella en algún momento, al menos cuando su relación con el chico estuviera más desarrollada y fuera algo confirmado e indudable.

Una pequeña mueca de tristeza se dibujó en su rostro mientras lo observaba dormir plácidamente a su lado.

No podía evitar preguntarse qué pasaría si sus padres no aceptaban su relación, o qué harían si la familia de Sasuke se ponía en su contra. Pero la pregunta que más le abrumaba era la siguiente: ¿Qué ocurriría si llegaban a conocer a sus Omegas destinados?

No se creía capaz de serle infiel a Sasuke, y tampoco lo creía capaz a él, pero eran Alfas y tenían instintos que reaccionarían con sus Omegas inevitablemente.

Eran tantas cosas las que podían ocurrir, que llegaba a sentirse demasiado inseguro para su gusto. Él no era el tipo de persona que desconfiaba de sus decisiones o de sus presentimientos.

Soltó un pesado suspiro, observando detenidamente el atractivo perfil de Sasuke. Él parecía estar cansado gracias a sus arrebatos hormonales.

En algunos subgéneros, el cambio hormonal solía presentarse de diferentes maneras y con diversos síntomas. En este caso, uno de los síntomas de Sasuke era la fatigación, lo cual le generaba un profundo sueño que era complicado de resistir.

Tratando de alejar cualquier tipo de pensamiento pesimista, Naruto se acomodó un poco debajo de las sábanas junto con aquel azabache y lo abrazó trasmitiéndole su calor. Lo apreció acercarse mucho más a él y acurrucarse en su pecho. Sonrió de ternura.


Cerró los ojos y se dispuso a dormir.

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El azabache de ojos negros comenzaba a removerse lentamente en la cama, siendo molestado por los luminosos rayos de sol que se colaban por la ventana. Ya no podía dormir en paz.

Tenía unos cuantos mechones de su sedoso cabello sobre su frente, generándole un ligero fastidio. Usó sus manos para despejar su rostro y empezó a moverse con más brusquedad, mientras fruncía el ceño por la luz.

Mi novio y mi rival (omegaverse) |EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora