XXIII. ANTES DEL FINAL

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Esa noche, por alguna razón que ella claramente conocía y estaba certera; se había tardado demás en salir de su despacho.

Había estado tan concentrada últimamente en los partidos de los Uzumaki, que se había olvidado por completo de su trabajo.

Como el año ya estaba terminando, tenía que renovar algunas matrículas de estudiantes que no serían graduados por perder el años (o por otros motivos). Encargarse vía telefónica de la preparatoria, ya que obviamente habían bastantes alumnos que aún seguían allá acabando sus estudios. También debía de organizar todos los documentos de promoción y supervisar los preparativos de la fiesta de graduación. En todas esas tareas había perdido la noción del tiempo y gracias al reloj que estaba situado en la pared podía saber que eran las 11:14pm, casi madruga.

Vaya que se había entretenido con todas sus obligaciones. Debía de aprender a no dejarse llevar por la euforia y ser más responsable con los asuntos que lo ameritaban.

Soltó un cansado suspiro recostándose de su asiento. Llevaba ahí metida poco más de 5 horas. Sus ojos le dolían (producto del cansancio) y podía jurar que no sentía su trasero. Agobiada abrió los ojos percibiendo que aún le faltaba mucho por ordenar. Debía de guardar algunos informes de calificaciones, expedientes, documentos y demás cosas, todo de la mejor manera organizada, porque si no lo hacía de esa forma podría, confundirse en un futuro.

No había más nada que hacer que poner manos a la obra. Tronó sus dedos incorporándose y colocó su espalda derecha, logrando sentir como algunos huesos provenientes de esta, sonaban.

Definitivamente estoy vieja para continuar con este trabajo— Pensó fatigada y masajeó su sien para desestresarse.

Probablemente un café le vendría bien, puesto a que podía sentir sus párpados completamente pesados, si se descuidaba, acabaría dormida sobre el escritorio y mañana tendría un día demasiado atareado como para darse el lujo de no terminar con su trabajo, pero para su maldita desgracia; Shizune ya debería estar durmiendo a gusto en su habitación, por lo que no tenía a nadie que le hiciera el santísimo favor de buscarle una tacita de café, e ir a buscar uno ella misma, sería desmayarse en el camino y no gracias. No quería que la encontraran como una esquizofrénica sin hogar en alguno de los pasillos, tenía algo que se llenaba reputación.

Resignada a que no podía hacer nada más que concluir con sus deberes, tomó en posesión unos cuantos papeles sobre el despacho y empezó a pasar uno por uno clasificándolos a su manera, ella tenía un modo correcto y organizado de hacer las cosas. Poco a poco ya tenía varias pilas por separadas, cada una las guardaría en diferentes carpetas, mismas que serían separadas por color.

¿Alguien más organizada que ella? No, no existía.

Lo que si se le hizo bastante extraño y un poco perturbador, fueron los toqueteos repentinos que empezó a oír detrás de su puerta. Era muy escasa la probabilidad de que hubiera alguien despierto a esa hora y al ser de noche y bastante tarde, el no saber de quien se trataba le inquietaba...

¿Que tal que se tratara de un puto fantasma con ganas de tomar en posesión su preciado y bello cuerpo? Era lo único que le faltaba para completar el pésimo día que había tenido.

Bueno, tal vez estaba siendo demasiado paranoica. El cansancio estaba acabando con su poca cordura.

Ignoró el sonido creyendo que lo había imaginado por completo, pero cuando volvió a escucharlo del mismo modo, logró escalofriarse.

¿Quién en su sano juicio no estaría durmiendo a esta hora? ¿Y como demonios sabían que estaba ahí?

Intentó tranquilizarse, ya era suficiente con que tuviera que lidiar con su trabajo, como para tener que recibir a alguien a altas horas de la noche ¡Genial! Solo esperaba que sea lo sea, fuera importante, porque si no mandaría al hospital a esa persona por un mes.

Mi novio y mi rival (omegaverse) |EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora