XXV. AQUÍ SE DEFINE EL GANADOR

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Desde afuera del estadio podía apreciarse el grito ameno del público chillar eufóricos en espera a que ambos equipos entraran.

Faltaban aproximadamente 6 minutos para que el juego diera inicio y el se estaba carcomiendo las uñas por no ver a Sasuke llegar ¿Dónde demonios se había metido? Se suponía que debió haber llegado hace 4 malditos minutos y haberse colocado en su posición de entrada junto con su equipo; pero al parecer eso tan importante que tenía que hacer le había tomado más de la cuenta, porque ya llevaba un claro retraso.

Caminaba de un lado a otro angustiado observando de vez en cuando el estadio desde afuera. Todo estaba oscuro excepto por los reflectores que únicamente iluminaban la amplia y brillante cancha. Suspiró con pesadez al verla. Le daba nostalgia el saber que el no podría estar allí corriendo velozmente, mientras dominaba el balón; hacer eso era una de sus más grandes pasiones, considerando que no era la primera vez que lo hacía, pero sería la primeras vez que lo iba a hacer con Sasuke... De no haber sido expulsado.

El amaba con locura el básquetbol. Recordaba cuando era pequeño y su padre y su madre le habían recomendado un deporte para practicar. En esos tiempos, Deidara tenía una diminuta pelota de plástico que estaba coloreada con los estampados de los balones de baloncesto. El solía jugar mucho con aquel objeto y jugaba a meterlo en un pequeño vaso de esos desechables donde encajaba perfectamente bien y era muy bueno con su puntería. Fué ahí cuando su hermano le recomendó ese deporte, puesto a que el también lo practicaba en la secundaria en ese entonces. Pronto fueron a la preparatoria y el ya era todo un experto en cuanto a aquella actividad, por lo que de inmediato y luego de hacer una prueba, fué nombrado como capitán del equipo.

¿Dónde estás, teme?— Se preguntó a si mismo dejando el recuerdo de su infancia a un lado.

En ese instante una voz agitada se escuchó a sus espaldas. Pero... no era la de Sasuke.

Se volteó para observar de quien se trataba y encontró a la persona más inesperada; su abuela Tsunade corriendo como alma que lleva el diablo, con algunas cosas en sus manos, mientras sus pechos rebotaban por el trote rápido.

— Naruto...— Lo llamó sin aire cuando por fin llegó junto a el y colocó su mano desocupada sobre su rodilla para intentar respirar— Toma— Le extendió su uniforme acompañado de su banda de capitanía.

El blondo la observó perplejo sin entender porque le daba eso; no creía que su abuela haya cambiado de opinión, ella siempre era muy renuente— Bacchan, pero... ¿Qué?— La miró incrédulo.

— Lo siento— Seguía inhalando y exhalando con velocidad— Tú y Sasuke merecen estar junto, hice mal en involucrar lo personal de lo profesional, pero... Por el momento no puedo darte más explicaciones. Ve a cambiarte rápido si quieres llegar a jugar— Ordenó.

Naruto observó con incredulidad sus cosas e hizo un esfuerzo por procesar la información que la mujer le estaba dando, pero entendió lo rápido que tenía que moverse por la situación y asintió con su cabeza tomándolos en manos, para dirigirse a los vestidores ágilmente.

Sasuke a penas llegaba a su lugar detrás de algunas gradas, junto con su equipo esperando a ser invitados a entrar y acaparar la cancha.

Entre tanto Minato y Kushina se situaban en los asientos más altos junto al Omega pelirrojo, que los observó sorprendido, pero decidió no preguntar nada y solamente recibió un bonito abrazo cariñoso por parte de su sonriente tía que se alegró al verlo. Quería concentrarse en el juego; después sería momento para relatos.

Mi novio y mi rival (omegaverse) |EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora