𝗦𝗜𝗡 𝗖𝗢𝗥𝗥𝗘𝗚𝗜𝗥
Dónde Aemma Visenya Targaryen se ve metida en un lío al comenzar a sentir una fuerte atracción hacía tres hombres los cuáles pueden traerle más problemas de lo que ya tiene...
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—Tienes un pequeño hematoma.— Afirma mi madre mientras me examina la cara.
—Se curará. ¿Convenciste a Rhaenyra de que se queden un tiempo?.— Suelto cambiándole de tema.
—Sí.— Dice mientras acaricia mi cara.
—¿Qué dijo?.
—Que sí, se quedaran hasta tu coronación, Rhaenyra dijo sus hijos también quieren quedarse así que, bueno.
—Genial.— Digo con una sonrisa.
—Luego de hacerte reina, no vas a dejarme sola, ¿verdad?.— Pregunta mi madre tomándome por sorpresa por su tono de voz.
—Por supuesto que no Madre, esa idea no esta en mis planes.— Digo plantando un beso en su frente.— Después de todo lo que haces por mí, por nosotros—Corrijo.
—Mi querida Visenya, la única de cinco que verdaderamente nota el esfuerzo que hago por mantener a esta familia de pie.— Dice mi madre con una triste sonrisa.
La mayoría de gente considera a mi madre un monstruo, y no los culpo. Pero yo jamás podre verla de esa forma, ella siempre está ahí cuándo necesito a mi mamá para darme un gran abrazo y decirme que todo esta bien.
—Debo ir con tu padre, según los medicos está empeorando.— Dice mi madre con un tono que no logro descifrar para plantar un beso en mi cabeza y sin decir más se va de mi habitación.
Un suspiro de cansancio sale de mi boca, pero no dejo que eso me consuma así que me levanto de mi cama, tomo mi espada, mis guantes, me coloco mi capa y salgo de mi habitación, debo ir a entrar. No quiero, pero debo.
Al caminar por el pasillo del castillo no puedo dejar de bostezar, ayer no pude dormir del todo bien, me quede pensando en aquel golpe que me dió mi hermano.
Aegon es una de las personas más lastimadas y despreciable de este mundo. Siempre fue el que sufrió más presión por parte de nuestra madre, cada vez que camino por al lado de su habitación escucho gemidos o sus llantos. Es despreciable por su forma de ser, la forma en el cuál para el la violencia siempre es la solución de todos los problemas.
Dejo de pensar en Aegon al llegar al patio, allí puedo ver a Jacaerys y Lucerys combatiendo, por lo poco que observo veo que han mejorado bastante.
Dejo de observarlos cuándo noto la fuerte mirada de Aemond sobre mí, pongo los ojos en blanco y me acerco a él.
—Llegas tarde.— Dice esté acercándose a mi, para después poner sus manos en mis hombros y girarme de forma rápida, el pasa sus manos por mi cuello buscando el botón que sostiene la capa a mi cuerpo, una vez lo encuentra retira la capa con delicadeza y la tira sobre la mesa de espadas.
